DEBATIR ES OFENDER
Somos el pueblo más amable del planeta. Cualquier turista o nuevo residente extranjero lo puede corroborar. De eso me dí cuenta, durante los años que me tocó viajar por el mundo, en mi carácter de consultor externo de la ONU; pero, frente a la ofensa, somos personas que reaccionamos con violencia. El problema radica en nuestra fácil capacidad de ofendernos.
No es extraño encontrar a quien proporciona información equivocada sobre cómo llegar a una dirección que desconoce. Esto, sobre todo en provincia. ¿Por qué lo hace? Para no ofender. Tiene un dictado de amabilidad inserto en el alma. Esta misma persona, en caso de tener una dificultad de tránsito con otro automovilista, es capaz de liarse a golpes y hasta herir de gravedad a su “contrincante”, por haberlo ofendido, a veces, con el ta-ta-ra-ta-ta, del claxon.
Con estos antecedentes, ¿cómo podemos debatir? ¿Somos capaces de hacerlo y conservar, vida, integridad física y amistad?
Los juicios orales han sido una gran prueba sobre nuestra capacidad para el debate. Quien los haya presenciado, a partir de su reciente instauración, puede darse cuenta de las enormes dificultades de los abogados, para reconocer que están inmersos en un procedimiento contencioso, donde la agresividad debe surgir de manera natural y es hasta indispensable. Los abogados representan a las partes en litigio. El juez es el árbitro durante la contienda. En otros países que siguen el sistema oral, al terminar el juicio, los abogados salen a departir alimento y continuar su trato social. Aquí, la palabra es insulto y “poca madre a secas” e invita a un “afuera nos vemos, hijo de tú ……”.
Por no estar acostumbrados al debate, sino a que el rose de una espinita nos ofenda, ante la crítica o la palabra indeseada, se nos nubla la vista y el entendimiento y por ello, carecemos de la velocidad mental necesaria para contestar con una respuesta de altura, emitida con inteligencia. Ejemplo:
Claudia: Yo vivo en un departamento y tú en una casa.
Xóchitl: Soy empresaria y eso no es delito.
Un debatista entrenado hubiera contestado: No cabe duda de que Andrés Manuel, te ha entrenado a mentir. Nadie te puede creer que no tienes grandes montos de dinero. Con los puestos que has desempeñado y las autorizaciones que has otorgado discrecionalmente, con seguridad te sobra para muchas casas y hasta para varias vidas de lujos sin fin. Lo que sucede es que has sido educada por quien se ostenta no tener cuentas bancarias, ni tarjetas de crédito y tan sólo portar “doscientos pesos en la bolsa”, cuando se ha demostrado que es El Rey del Cash y recibe cantidades millonarias en efectivo en sobres amarillos y hasta en carretillas. En resumen, ¡te sobra desparpajo! y ¡te falta credibilidad!
Muchos comentaristas, como es el caso de Loret de Mola y otros, se eclipsaron, al considerar que las no respuestas de Claudia se debieron a su “preparación”, cuando debieron criticarla por guardar silencio frente a las numerosas culpas de ella y de la 4T, que Xóchitl les listó.
No estamos acostumbrados a presenciar un espectáculo de acusaciones, laminas que no hubo tiempo de ver, menos analizar, tiempos mínimos para grandes problemas, aseveraciones al viento como “nosotros vamos a acabar con la corrupción”. Fue un espacio de aburrimiento. Al término de los primeros 20 minutos, los ratings debieron caer a un abismo del que no salieron. La transmisión, de gran interés para el electorado no provocó interés.
La producción del INE falló en todo lo alto. Tomar preguntas genéricas de la ciudadanía, con tiempos limitados para contestarlas “¿Cómo propone resolver los problemas de educación y salud? Tiene 3 minutos para contestar”, además de no otorgar al final a cada participante un tiempo mínimo de exposición de 5 minutos, también fue una decisión equivocada.
El debate es un tema cultural. Responde a la idiosincrasia del pueblo y está ligado a su forma de gobierno. En Inglaterra, el debate es popular. Existen un sinnúmero de academias para ello, además de que el sistema parlamentario obliga, como su nombre lo indica, a parlamentar los problemas a diario. El primer ministro acude al parlamento varias veces a la semana y debate con la oposición.
Saber debatir es tema que se estudia y aprende. Una institución privada inglesa, especializada en el debate, la Oxford Union, fundada en 1823, ubicada en Oxford Inglaterra, ha formado a innumerables políticos británicos, en su mayoría provenientes de la Universidad de Oxford. La Cambridge Union hace lo mismo con alumnos de la Universidad de Cambridge. La University of St. Andrews Union Debating Society es una sociedad hermana. Lo anterior, solo para nombrar algunas inglesas, ya que en Europa existen bastantes como la Conferencia Olivaint de Bélgica. En los EUA, también existen instituciones y profesores especializados en la materia.
Ninguno de los candidatos del debate llevado a cabo el pasado 7 de abril, ha estudiado el tema. No saben debatir. Se atontan. Se confunden. Se enojan (quien lo hace, pierde). Aprietan la quijada. Se ven con ojos de pistola. Todo esto debe mejorarse y para ello, deben acudir a una adecuada formación. De los únicos hasta hoy, que recuerdo con cierta capacidad, gente natural para debatir, son Diego Fernández de Ceballos y Vicente Fox. Los demás, por lo general, han sido simplones y acartonados. Por eso Diego le ganó, por mucho, el debate, a Ernesto Zedillo.
Es obvio que una cosa es ser buen debatista y otra ser buen presidente. No debemos confundirnos. Debemos de votar por quien consideramos con mayor capacidad para gobernar, a pesar de su incompetencia para debatir.