“….MAS SI OSARE UN EXTRAÑO ENEMIGO”
Una pregunta dolorosa y una respuesta atroz: ¿Cuántas veces, al cantar El Himno Nacional, hemos imaginado que el “extraño enemigo” sería un mexicano, alguien de casa, parlante de nuestro idioma y quien comparte nuestras raíces? Sólo cabe una respuesta: ¡nunca!
Precisamente, es lo que nos está sucediendo, cuando López Obrador enfrenta al Poder Ejecutivo, de la mano del Poder Legislativo, contra el Poder Judicial. Se trata de un acto dirigido a destruir La República Mexicana, para transformarla en La Monarquía Mexicana, como si no hubiese bastado la sangre derramada a través de nuestra historia para evitar la apropiación del país por una persona.
La república es la cosa pública en manos de los ciudadanos. Sus raíces etimológicas son res cuyo significado es cosa y pública. Me remito al ejemplo de la ley suprema de los EUA, es decir su Constitución, por ser el antecedente inmediato de nuestra primera constitución de 1824 y posteriores fundamentales de 1857 y 1917. Dicha constitución se inicia con palabras clave, fundamentales en 1787, año en la cual fue adoptada, rechazando la monarquía: “WE THE PEOPLE….”, pues es la gente, los ciudadanos de ese país quienes la emitieron y quienes conforme a la misma tienen el derecho de modificarla y establecer las leyes secundarias a regir en su país; de lo contrario, dicha constitución se hubiera iniciado con las palabras “I, THE KING ….”.
El enemigo mencionado en nuestro Himno Nacional, vino de Tabasco, un estado con aportaciones a la vida nacional de personajes valiosos como Carlos Pellicer, José María Pino Suárez, Felix Palavicini y otros. Logró confundir a quienes le creyeron promesas incumplidas y mentiras continuas en sus famosas mañaneras, a las cuales, prácticamente llega, sin saber de qué va a hablar. Ahí mismo, frente al micrófono, lento, muy lento, ante los ojos asombrados de la nación, expresa una tesis cualquiera cuya conclusión desconoce, en un auto convencimiento, una auto información que entreteje sílaba tras sílaba y desenvuelve como lazo de reata usada, ante los ojos de unos cuantos reporteros aprobados por su favoritismo al régimen. Ejemplos: “…. ¿sólo secuestran y extorsionan a los ricos…. claro, son los que tiene dinero…. lo que necesitamos es tener un país de pobres…. así ya no habrá secuestros ni extorsiones…”. Otro: como yo soy honrado (sic), al llegar a la presidencia, se acabarán los delitos y todos serán honrados o de lo contrario, “los acuso con su mamá y sus abuelitos”. Sólo porque sucedió es creíble.
Nuestro Presidente presupone el olvido de los mexicanos, seguidores a pesar de encubrir delitos y corruptelas de su familia, de miembros de su gabinete ampliado y de amigos “buenas personas”. López obrador es quien aseguró que el dinero no le interesaba y quien después de mal gastar los fondos públicos en lo que aún desconocemos, se encuentra con que no le alcanza y vuelve la cara en busca de cualquier cajón, a sabiendas del apoyo irrestricto de sus órdenes por parte de los legisladores morenistas. El camino lo tiene claro. Si la ley se opone, se cambia la ley. Si la ley es contraria a la Constitución, se modifica la Constitución.
La lista de yerros, abusos, mentiras, hipocresías y embustes es digna de ser incluida en una nueva versión de la famosa novela del género “sinsentido”, titulada “Alicia en el País de las Maravillas”, pletórica de sucesos en un mundo anormal e insólito, cuyos antecedentes literarios y anecdotario se asemejan en parte a lo que hoy vive México.
Hoy, López Obrador ha decidido cruzar abiertamente, el límite establecido en nuestra Constitución en el Título Tercero, Capítulo I, denominado: “De la División de Poderes”, el cual se inicia en el Art. 49 al establecer: “El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial. No podrán reunirse dos o más de estos Poderes en una sola persona o corporación, ni depositarse el Legislativo en un individuo…”.
El dominio de López Obrador sobre las mayorías en las cámaras de diputados y de senadores, es obvio y patente. Por tratarse de un hecho público y notorio, no está sujeto a prueba. Por ese sólo hecho, cabría un amparo en contra de muchas decisiones del Poder Legislativo, incluidas a últimas fechas, las adoptadas en perjuicio del poder judicial.
La locura, pues no cabe otro adjetivo, de extinguir 13 fideicomisos establecidos por el Poder Judicial, los cuales suman 15 mil millones de pesos, viola de manera flagrante la división de poderes y el pacto republicano establecido en la Constitución. Se trata de un acto burdo y frontal, sólo entendible como argucia política dirigida a las masas, pues la decisión sobre su legalidad la tomará la Suprema Corte de Justicia, a pesar de ser parte interesada, sin que quepa otra instancia revisora. Tal decisión, será la última palabra, lo cual es legal y conveniente para el país y la conservación de LA REPÚBLICA.
El señalamiento en contra de la Suprema Corte de Justicia, de decidir a pesar de ser parte en el conflicto, es insostenible y carente de fundamento jurídico, debido a la separación de poderes, al indispensable balance entre los mismos y el hecho de que ninguno prevalece sobre los otros. Esto es decisión tomada por el constituyente, representante del pueblo. Es un principio firme y toral, que nos ha regido de manera uniforme en todas nuestras constituciones desde 1824 a la fecha.
Cabe comentar la desatinada intervención de la senadora Olga Sánchez Cordero, Chaira Mayor. La abogada, en forma intempestiva, remisa e inútil, ha querido recobrar a destiempo su buen nombre, al votar en contra de la extinción de los fideicomisos aludidos. No cabe tal reculamiento, después de años de aprobar, ejecutar y mantener silencio, respecto a abusos monárquicos de su admirado Presidente, alegando que este “no es un ejercicio republicano”. Tal acto no la congracia ni con ella misma, pues ha cubierto el camino entero: desde amigota seguidora, hasta beneficiaria y cómplice del “extraño enemigo”, de quien parece ser empieza a dudar…. claro, salvo que le hable pronto.