OBLIGACIONES DE LA MAYORÍA
Ante la crítica por la manera sorprendente en la que el Senado de la República modificó 20 leyes al vapor (instant track), sin pasar por dictamen en comisiones, lectura de su contenido y la oportunidad de debatir, proponer y redactar enmiendas, con serias dudas en cuanto a la integración de quórums y conteo de votaciones, en un acto de tracto sucesivo (conocido como la Noche Triste de Xicoténcatl/4T), llevado a cabo cómo funcionan las tortilladoras marca Valemadriux de varios pistones y caballos de fuerza, Andrés Manuel López Obrador, aún Presidente de la República, responsable de las iniciativas que envió con la amenaza de muerte cívica-morenista (léase cancelación de futuro político), a quien se atreva a cambiar una coma, manifestó, palabras más, palabras menos:
“No sé porque tanto ruido, tanta crítica, si los que aprobaron las modificaciones tienen mayoría”.
Sus palabras me recordaron lo dicho por don Luis, hace 50 años, campesino curtido por las ventiscas de tierra seca en la ranchería Estación Guadiana en Durango, al participar en una asamblea de ejidatarios. Me lo platicó mi primo Buenaventura. No se me ha olvidado:
“Si la mayoría dice en el día que es de noche, a la minoría no le queda otra más que salir a prender faroles.”
La diferencia entre uno y otro debería ser la cultura requerida por un jefe de estado, pero no es el caso. López Obrador tiene la misma formación e información que don Luis, razón por la que dice lo que dice a los cuatro vientos, con la candidez y seguridad de quien indica lo obvio, como la conveniencia de dormir acostado y tomar agua para saciar la sed.
¿La mayoría tiene limitaciones o puede hacer y deshacer a como le plazca y le venga en gana? ¿En especial en un cuerpo colegiado del Poder Legislativo?
¡Por supuesto que tiene límites!
Toda decisión tomada por la mayoría debe respetarse, en tanto se adopta dentro de la normatividad y límites establecidos. De romperse o saltarse dichos límites, se dañan los derechos de la minoría y con ello de sus representados y el quehacer y fama pública del país.
El Reglamento del Senado de la República, (de 22 abril 2010) establece como derecho de los senadores, “Participar en las sesiones, reuniones, debates, discusiones, votaciones y cualquier otro evento o reunión …. que se realizan en el Pleno.” (Art. 8-III); y como obligación, el “Desempeñar el cargo con apego a la Constitución, la Ley, este Reglamento…. y participar en todas las actividades inherentes al mismo, con la dignidad y responsabilidad que corresponden a su investidura.” (Art. 10-1-I). Lo anterior es la normatividad básica que la mayoría está obligada a respetar y cumplir; al no hacerlo en las condiciones en que se llevó a cabo la aprobación de las referidas 20 leyes, la mayoría impidió a la minoría cumplir con su obligación y poder ejercer su derecho.
Si no se vigila con rigor el cumplimiento de lo mencionado, si se impide a la minoría ejercer su derecho, manifestar su opinión, debatir y discutir, si se ataca el mecanismo que permite el ejercicio y preservación de los derechos de la minoría, precisamente en el Poder Legislativo, lugar donde el pueblo está representado, se destruye la república y la democracia, transformando el gobierno en un instrumento de sometimiento del pueblo. Se trata de un arma a ser utilizada por la mayoría para dañar y doblegar a la minoría y sus derechos, dentro de los cuales se incluyen los derechos humanos de las minorías, que, siguiendo el mismo procedimiento, podrían se afectadas indiscriminadamente.
Los límites de la mayoría en México, han sido previamente delimitados por nuestras leyes y reglamentos. Respetémoslos. Su propósito es establecer sistemas y mecanismos, que, aunque pueden ser lentos, a diferencia de las rápidas decisiones de un monarca o un autócrata, están hechos para ser ejercidos en democracia, la que demanda negociación y búsqueda de concesos.
El procedimiento seguido para la modificación de las referidas 20 leyes, habrá de ser analizado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, previas las muchas denuncias de los partidos políticos minoritarios, quienes están a punto de presentarlas; sin embargo, en estos momentos, los ministros están siendo acosados e intimidados, en las puertas mismas de su lugar de trabajo, tachándolos mediante pancartas y altavoces, de enemigos de la patria. ¡No puede ser! ¿Quién lo permite? ¿Quién debería detener estos actos salvajes, totalmente impropios de una democracia? Por tratarse del lugar donde se llevan a cabo, precisamente el zócalo de la CDMX, corresponde a la jefa de gobierno impedir su continuación. La instamos a hacerlo de inmediato. ¿Cómo es posible que tenga aspiraciones presidenciales y nada hace para detener lo que puede acabar en una fiesta salvaje en contra de nuestros jueces superiores?