CARISMA EN POLÍTICA. SU IMPORTANCIA CONSEJOS PARA LOS CANDIDATOS DE LA OPOSICIÓN. (3a entrega)

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Carisma. Búsqueda y dificultades.

Unas preguntas y varios comentarios: ¿qué tan importante es el carisma en la política? ¿Lo es todo? Veamos.

Conviene empezar con un ejemplo de una persona cuyo físico nos es familiar: Abraham Lincoln. Muchos lo han caracterizado como feo. Medía 1.93 mts, tenía piernas, brazos, pies y manos inmensas, nariz de bandolero agazapado, barba hirsuta y lentecitos de fondo de botella. Se decía de él, que era “flaco como poste y feo como espantapájaros”. En realidad era dismórfico, que significa alteración de la forma del cuerpo y en su caso también de la cara. Se afirmaba que sus facciones carecían de elegancia y refinamiento y que sin ser bien parecido, tenía cara “casera”. Hoy es perfil popular en cuadros en las casas de estadounidenses. Fue electo Presidente de los EUA. He aquí un político carismático.

Cuentan que en una reunión en la Casa Blanca se dirigió a una señora bellísima, ricamente ataviada. “Usted es un portento de belleza, señora”, le dijo, a lo que ella le respondió molesta: “lástima que yo no pueda decir lo mismo”. Sin perder un segundo, Lincoln le replicó: “Podría hacerlo, señora, si fuera tan mentirosa como yo”, y le dibujó una sonrisa que dicen sus historiadores borraba instantáneamente su fealdad. Concluimos, pues, que el carisma no es sinónimo de belleza, especialmente en los hombres.

¿Qué se entiende por carisma en la política, lo que es diferente al de los actores, deportistas, etc.?

El Diccionario de la Real Academia Española lo define en su primera acepción como el don gratuito que Dios concede a una persona. En su segunda acepción indica que “es un don que tienen algunas personas de atraer o seducir por su presencia o palabra”. Como es usual, la academia se queda corta.

En política, el carisma de un candidato tiene que ver fundamentalmente con el trato a la gente, con la honestidad que el elector siente en la palabra, la mirada y la expresión del político. El sujeto pasivo de quien tiene carisma percibe que el candidato protegerá sus intereses. Carisma no es sinónimo de seducción. Tampoco lo es de quien sabe hipnotizar al votante y aterrizarle dosis cargadas de toxinas, producto de gestos y sonrisas falsas. El carisma no se ve ni se toca, pero se siente. El elector induce que no va a ser usado y recibe una resonancia persuasiva y convincente.

¿Existen políticos exitosos carentes de carisma? Sí. Un ejemplo es Manuel Bartlett, que tiene el carisma de una tarántula, pero ha logrado desempeñar puestos de importancia en la administración pública. Su participación en la legislatura se debe a que entró como candidato plurinominal, y por ende no ha salido de su casa a luchar con capacidades y carisma por el triunfo en las urnas. Sería sorprendente que alguien, que no tenga interés directo en la candidatura de Bartlett, vote libremente por él. Los motivos por los que políticos sin carisma permanecen en puestos públicos son diversos. Por razones de espacio, aquí no es posible analizarlos.

El político verdadero es aquel que busca el bien de su municipio, de su ciudad, de sus conciudadanos. En muchas ocasiones, esto se refleja en el carisma que emana con su sola presencia.

Esta Hormiga está dirigida principalmente a las comisiones, mesas de trabajo y miembros en general de los partidos políticos, los que de conformidad con sus estatutos, eligen o designan a sus candidatos, quienes deben tener presentes que lo que se trata es de seleccionar a candidatos con carismas apropiados para los distritos en el que van a competir. Si el distrito es agrícola, la cara de una señora maquillada y de maneras rebuscadas logrará resultados negativos.

 La decisión de apoyar candidatos con carisma, es de importancia suprema. Muchos electores deciden con base en ello.