¿CÓMO PUDO SUCEDER?

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Una pregunta inocente y una repuesta polémica: ¿Cómo pudo suceder que un dictador nefasto permaneciera en el poder mas de 22 años? La pregunta se la hice a Felicia Milcu el 29 de mayo de 1991 en Bucarest, durante una comida que nos ofreció el gobierno de Rumanía, a tres miembros de una misión de la ONU de la que yo formé parte. Había pasado un año y cinco meses del fusilamiento de tirano Nicolae Ceausescu, quien llegó a extremos inimaginables, como obligar a todo hombre entre 40 y 45 años a trabajar en la construcción de su mansión palaciega, la que visitamos sorprendidos. La edificación con una superficie de 16 hectáreas construidas en seis pisos, así es, no leíste mal, te la repito, 16 hectáreas, donde una sola escalera al centro del inmueble permitía el control absoluto entre pisos, estaba en proceso de diseño de interiores. La obra negra había concluido. El déspota tenía para su uso personal 63 oficinas de 1,000 metros cuadrados cada una, ya que personalmente dirigía un sinnúmero de carteras de gobierno. Su fin se acelera al ordenar abrir fuego contra el pueblo en Timisoara y matar a cientos de manifestantes. Prende la mecha al movimiento de insurrección ciudadana que concluyó con su fusilamiento, junto con su esposa Elena.

Felicia, una mujer con expresiones de no saber su verdadera función en el planeta tierra y ojos de gata triste, me observó unos segundos. Los dos éramos entonces cuarentones, pero ella me llevaba dos o tres décadas de amarguras y desengaños. “La respuesta”, me dijo, “está en el jefe de la policía rumana”. Con un gesto de dolor, continuó: “Cursó hasta segundo año de primaria. Todo se lo debía a su jefe. Ceausescu sólo le daba poder a gente ignorante, que por serlo, jamás hubieran ganado el sueldo y dádivas del puesto al que los nombraba y mucho menos soñado con ejercitar tal grado de poder. También gustaba de nombrar ancianos. Con ello, aseguraba lealtad absoluta. Incompetentes y viejos besaban las botas del déspota, encargándose de reprimir cualquier crítica.”

El estudio de su biografía indica que Ceausescu se caracterizó por mantener un implacable culto a su persona, un exagerado nacionalismo y un total descuido y desprecio a las relaciones internacionales, en especial durante la segunda parte de su régimen.

Mientras pensaba en la cultura rumana, que repasé antes de viajar a Bucarest, de su cercanía a Europa Central y la fuerte influencia recibida de Alemania y Francia, en especial durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX, pensé en la dificultad de sojuzgar a un pueblo culto, unido en una misma manera de ver la vida y concebir el progreso. Cómo si me leyera el pensamiento Felicia insistió. “El pueblo culto y con suficientes bienes es conservador y no quiere arriesgar lo que tiene. Esto quedó claro en la etapa del comunismo. Usted es del continente americano y bastante cándido. No ha sentido el hambre de todo. Las calles obscuras. La falta de color. La desdicha de la desilusión permanente.” Fuimos interrumpidos y no pudimos seguir la plática que aún quisiera continuar. Ahí quedó la lección y mi regaño. No he vuelto a saber de ella.

Los nombramientos de AMLO, me han provocado el recuerdo de esa conversación. Funcionarios que no reúnen los conocimientos y experiencia necesarios para los altos cargos a los que son nombrados, y los ancianos que de vez en cuando aparecen acompañando al Presidente en mañaneras, con cara de “me voy a caer de la silla”. Baste un ejemplo: el constante y patético asentir a cada aseveración de nuestro Presidente, por parte de la Secretaria de Gobernación y sus chapitas de muñeca de porcelana, con las que intenta enmascarar su enorme deseo de quedarse en cama con un tecito de yerbabuena. Pocas dudas caben en el sentido de que AMLO dirige personalmente temas importantes de diversas secretarías y empresas de participación estatal, lo que lo convierte en amo y cabecilla todólogo que no admite argumentos o pruebas en contrario.