DEL PITORREO POLÍTICO Y SUS ALCANCES.

Quizás no todos lo recuerden, pero López Obrador no era como hoy. Antes, en las elecciones presidenciales de 2,006 y 2,012 fue un personaje corajudo, enojado, que llegaba al micrófono echando espuma por la boca. Levantaba la voz, gritaba, gesticulaba con furia, golpeaba la mesa, amenazaba y exigía “el cambio que el país necesita”. Durante la campaña de 2018, que lo llevó a la presidencia con una indiscutida mayoría, se volvió amable, dicharachero, sonriente y hasta ingenioso, con frases y posturas que cayeron bien. ¿Qué pasó? Sus asesores, publicistas, mercadotécnicos, políticos y especialistas en “hacer” presidentes, le aconsejaron que comunicara sus mensajes “por las buenas”, con tranquilidad, con sonrisas y que se riera con frecuencia, así tratara temas serios como la seguridad y los desaparecidos. De ser un enfurecido y furibundo pejelagarto tropical, animal desconocido y “un peligro para México”, se transformó en político de lenguaje ligero y sonrisa sosegada y duradera, el compadre al que se le abre la puerta, el buena onda: “pásele compa, pásele”. En la modificación de su conducta, es de sospecharse la mano hábil de algunos dictadores latinoamericanos, con quienes ha establecido buenas migas.

Cuando observé al “nuevo” AMLO, durante su campaña a principios de 2018, supe que ganaría la presidencia. “El pueblo bueno y sabio”, exige ser tratado por la buenas. Quien lo trate por el lado amable, conseguirá lo que desee. Lo contrario se rechaza. “A fuerzas, ni los zapatos entran”, reza el dicho popular.

En la campaña a la presidencia actual, que dígase lo que se diga, ya inició, Xóchitl es claramente consiente de la fuerza y necesidad del humor. Por ende, practica la comunicación con sonrisas y carcajadas, pero ahora ha dado un paso más allá; se disfraza de AMLO, le manda su amor, dice que el Presidente le tiene miedo, etc, etc. Es humor que sorprende y conquista.

Existen muchos tipos de humor: satírico, irónico, negro, absurdo, blanco, etcétera, pero el humor político en campaña, entendido como el humor entre políticos en competencia, me parece nuevo y posiblemente de origen mexicano. Desconozco que tanto se practica en el resto de América Latina. Por supuesto que los cómicos que se especializan en mofarse y hacer reír sobre las posturas, discursos y actitudes de los políticos, han existido desde hace siglos, pero otra cosa es ver políticos bufos y dicharacheros, pitorreándose uno del otro, en una especie de concurso para ganarse la plaza por gracioso, atrevido y hasta extravagante-simpático.

Los ejemplos surgen a diario. AMLO imita a Xóchitl vendiendo “tamales, tamales, tamales” fingiendo una voz de vendedor callejero; en tanto Xóchitl se disfraza de AMLO y parodia sus palabras: “Estimado pueblo de México…. no se confundan. No soy uno de esos candidatitos de Morena…” Xóchitl hace realidad lo que desaprueba de su contrario, para lo cual usa su inteligencia. A través de la burla, logra la risa y con ello la descalificación del adversario.

El humor político, así practicado, hace reír y conlleva el desprecio del oponente. Hace una labor en la mente del elector que recibe el mensaje de manera amable y original. Recibe la información con la guardia baja.

Pitorrearse de algo o alguien, palabra muy nuestra, significa mofarse y criticar con la fuerza del sarcasmo, a veces apoyado en el albur. La intención de fondo puede simplemente provocar hilaridad, pero también puede significar crítica severa.

Los mexicanos manejamos la ironía con sorprendente facilidad. Ello conduce con frecuencia al logro de hacer reír y puede introducir en el pensamiento de quien lee o escucha, ideas que favorecen al irónico. No olvidar que el propio Aristóteles, en su obra “Sobre el Alma”, identifica al hombre como “el ser que ríe”. Nos gusta reír. Quien nos hace reír lleva la ventaja de transmitir con inteligencia una idea difícil de olvidar.

López Obrador ha cambiado en comparación con su actitud agresiva y enojona de joven combativo. Sin duda, le ha beneficiado. Habría que determinar la cantidad de tiempo que dedica en sus mañaneras a reír. Como observador infrecuente, me parece que está a la baja, debido a sus molestias y preocupaciones actuales. Por otro lado, a estas alturas de la contienda, Xóchitl presenta la frescura de la novedad. Se ríe constantemente y de sí misma, lo que no hacen otros candidatos del Frente Amplio por México, inclusive López Obrador. Ella es un regocijo y un encanto que seduce con su alegría y contento. Ojalá le duren.

Ignacio Gómez-Palacio