DELITO DE LESA MAJESTAD Y DISPUTAS DISCURSIVAS

Nuestro Presidente soñó ser rey. Sabe que lo logró. Sabe que es lo mismo que ser Presidente. Sabe que es la persona mas importante del país y actúa como tal. Nadie le explicó, antes de llegar al poder, la diferencia entre monarquía y república. Piensa que desde la cúspide, desde la mirada condescendiente de quien ve a todos los habitantes de esta nación como seres por debajo de su real persona, es lo mismo. ¿Y la Constitución? Ya lo ha dicho en reiteradas ocasiones, “si no nos gusta, la cambiamos”, ¡faltaba menos! En consecuencia, un Presidente Constitucional tiene la misma capacidad y representación que un Rey. Así, de este tamaño.

Alguien como Carlos Loret de Mola que hace algo que le molesta, que causa el coraje real, debe ser severamente castigado, a la usanza que marcan las actuaciones judiciales de cuando los reyes eran reyes. Tal fue el caso de Margarita Montiel, condenada en marzo de 1793 por la justicia a “pena ordinaria de horca con la calidad de arrojarla al río en un saco con perro, gallo, culebra y mono” (Una Aproximación al Delito de “Lesa Majestad” Cometido por Mujeres en Córdoba del Tucumán, 1790-1793,  Jaqueline Vassallo, Universidad Nacional de Córdoba, CONICET, p. 237).

 Esta es la visión de AMLO. Lo que Loret de Mola se merece, igual que los medios que atacan a su “dignidad, su alteza y su persona”: ser “arrojados al río en un saco con perro, gallo, culebra y mono”.

Nuestro Presidente considera que Loret de Mola y la gentuza de los medios, han cometido el delito de “lesa majestad”, que la Enciclopedia Jurídica indica, que así se denomina “por haber sido lesionada, moral o materialmente, la majestad simbolizada en el monarca o las personas de su íntima familia.”

AMLO no concibe: (1) como es que el Instituto Nacional de Transparencia se atreve a decirle que no está facultado para investigar los ingresos y el patrimonio de un particular; (2) como es que el Instituto Nacional Electoral se atreve a ordenarle a seguir tal o cual conducta; (3) como es que Anthony Blinken, Secretario de Estado de EUA, se une a la consternación de los periodistas mexicanos que protestan contra agresiones y asesinatos a su gremio y lo califica de “injerencista, porque México no es colonia de Estados Unidos, ni es protectorado”. En todos estos recientes casos, se ha cometido el delito de “lesa majestad”. Como su nombre lo indica, hacen “menos” a la majestad del cargo y persona de López Obrador.

El problema de fondo está en la educación recibida por AMLO durante sus largos años universitarios y la tontera y bondad de sus profesores que le dieron notas aprobatorias, sin tomar en cuenta la responsabilidad que conlleva el magisterio, sobre todo el universitario. Los hechos antes mencionados revelan que estamos frente a palo dado y lo hecho, hecho está, de manera que no tiene remedio. ¿Por qué intentar educar a su majestad a estas alturas? Sería un acto de ensueño fallido que ni el propio Papa, asistido por el Dalai Lama y el fantasma de Francisco I. Madero, experto en temas del mas allá, debieran intentar, asidos a un pelo de esperanza.

Lo anterior explica en parte a nuestro Presidente, a quien su cerebro le dice que por ofendido que se sienta, no existe el delito de lesa majestad con el que sueña. Entonces su faceta política lo encamina hacia lo que define Aleix Sanmartín, consultor político español que trabajó en su campaña de 2012, como “una disputa discursiva entre dos visiones antagónicas de la realidad y la lucha por ganar la batalla del relato, la batalla de la agenda y la batalla hegemónica en última instancia.” Agrega que el presidente “entiende la política de manera antagónica”. Otro estratega político, Antonio Sola indica que “la confrontación de López Obrador con la prensa es una estrategia para construir una dinámica de grieta que provoque una mayor polarización social en el país.” (Ambos comentarios en Revista Proceso No.2364 de 20.feb.22).

El ataque de AMLO a la prensa y medios en general, está provocando que estos se constituyan en la verdadera oposición a enfrentar en 2024, ya que poco es de esperarse de partidos políticos en la lona como son PRI, PAN y PRD. A esta tragicomedia le faltan muchas escenas y uno que otro personaje que hoy esta atrás de bambalinas, en espera del momento oportuno para saltar al escenario.

Ignacio Gómez-PalacioComentario