GUERRA DE CULTURAS
México es hoy, territorio de guerras culturales. Aunque no son las únicas, dos destacan: (1) La guerra de lo indígena vs. lo hispánico; y (2) La guerra de la cultura priista vs. la democracia. Ambas guerras llevan tiempo en el campo de batalla. La participación activa de AMLO, las ha exacerbado.
La primera guerra parte de un legítimo resentimiento. Algo que por lejano e histórico que parezca, se restriega en la ciudadanía para obtener resonancia. Me refiero a la herida abierta del orgullo de las culturas originarias sobajadas por la bota del conquistador y la iglesia católica, que trajo la nefasta consecuencia de destruir templos, imágenes y pirámides para imponer un Dios nuevo, así como el genocidio por vía de espada, cruz y enfermedades. Esta amargura ha sido motivo de óperas, películas, literatura, música y cientos de obras, e inclusive reflejadas en museos y puestas en escena, que recuerdan al humilde indígena violentado por el injusto colonialista. Los concheros en el zócalo capitalino, dia a dia se encargan de refrendar las culturas originales y disminuir la española y occidental.
La segunda guerra también parte de un legítimo resentimiento. Me refiero al abuso de décadas y décadas de un priismo voraz y creciente, de caciques, cabezas de sindicatos, gobernadores, senadores, diputados y Presidentes de la República, dueños de horca y cuchillo; de políticos millonarios que restregaban en la cara de los ciudadanos sus mansiones, ranchos, ganado, caballos, lagos privados, jets, yates, relojes, viajes, mujeres y cuanto capricho de supra lujo se les antojaba, basado en su poder, al que arribaron por la vía del cochupo, la tranza y cuanto crimen listaban los códigos penales.
Recientemente la guerra de los indígena vs. lo hispánico tomó un nuevo cariz, cuando nuestro Presidente, sin mas consulta que el lecho conyugal, solicitó al rey Felipe VI de España y al Papa, que solicitaran perdón por la violación de derechos humanos a los pueblos originarios, a pesar de que han pasado 500 años de la conquista, lo que provocó no sólo el silencio de ambos destinatarios, sino la chunga de muchos. AMLO revira a través de su devota y esperanzada incondicional, actual jefa de gobierno de la CDMX, removiendo, hace un par de meses, con mentiras (“para limpiarlo”), el monumento a Cristóbal Colón, que ha permanecido durante 129 años en el Paseo de la Reforma. Ahora revela que la intención popular es la de colocar en su lugar un monumento a la mujer indígena, que por supuesto merece todo nuestro reconocimiento y respeto, pero no a costa de nuestras tradiciones. Lo que ya se ha iniciado, son reformas pro indigenismo en los libros de texto gratuito. A este respecto es de anticiparse próximas reformas nuevas que habrán de sorprendernos.
Los actos del gobierno han causado que este choque de culturas tome un nuevo auge. No hay mas que asomarse a las redes sociales para percatarse de la furibunda defensa del indigenismo, como si nuestra nacionalidad no fuera producto de un mestizaje, que para bien o para mal llevamos, aunque parezca contradictorio, en lo mas recóndito de nuestra sangre y de manera abierta en nuestras caras y color de piel; mestizaje que incluye leyes, construcciones, cocina, vestimenta, música, literatura, artes plásticas, etc, etc.
El segundo tema de guerra cultural es el priismo vs. la democracia. Muchos de los actuales críticos de AMLO, quien desea limitar o de plano desaparecer al Instituto Nacional Electoral y al Tribunal Federal Electoral, pertenecen a mi grupo intelectual. Somos quienes creímos que a través de la creación de instituciones ciudadanas como las mencionadas y de su reconocimiento constitucional y leyes, garantizaríamos que la democracia prevaleciera, la que paulatinamente tomaría carta de naturalización, fortaleciendo a México. Fuimos cándidos. Precisamente por la vía democrática, se ha colado un enemigo de la democracia que desea y está en camino de destruir las leyes e instituciones que tanto esfuerzo ciudadano nos costaron.
La razón de que esto suceda es francamente patética. AMLO es priista de corazón y entendederas. No en balde sus primeros trece años como político de tiempo completo los desempeñó como miembro del PRI en Tabasco, donde entre otros menesteres fungió como maestro en el Instituto de Formación Política del PRI. Su partido de origen le sirvió para aprender manejos, trampas y formas de hacer dinero fácil. Conocedor como pocos, de que todo mexicano, en especial los humildes con educación limitada y los políticos ambiciosos e insaciables, son priistas potenciales, creó MORENA a imagen y semejanza del PRI. MORENA es el PRI vuelto a nacer. Ebrad y Sheinbaum son tapados. Los afiliados a MORENA son priistas que operan a la sombra y conforme a la línea que AMLO les tira desde la presidencia. Ni una hoja se mueve, sin que el lo conozca y/o ordene.
Esta guerra cultural está entrando de lleno al Poder Legislativo, con iniciativas inauditas del la presidencia y de MORENA, francamente contrarias a la democracia por la que luchamos. Algunas se han mencionado en ciertos foros, como la disposición sin límite ni control del presupuesto anual por parte del Poder Ejecutivo Federal, las reformas al INE y al TRIFE, vía destitución de los actuales consejeros y magistrados y otras de similar envergadura.
Estas guerras culturales nos acarrean grandes pérdidas políticas, sociales y económicas.