TRADICIÓN INCOMPRENDIDA EN MÉXICO
Pregunta: ¿Sabemos lo que es la tradición y su valor? ¿La respetamos? A veces sí y a veces no. Cómo dijo el abogado: “depende”. En efecto, existen tradiciones de las que estamos muy orgullosos y no permitimos que se rompan. Me refiero a nuestra cocina, a nuestra música y hasta vestimenta. A todas ellas las llamamos “tradicionales”. El traje de charro debe ir acompañado de un sombrero charro y jamás de uno texano. ¡Ah!, pero cuando se trata de remover el Monumento a Cristobal Colón, mismo que ha permanecido en el mismo sitio del Paseo de la Reforma en la CDMX durante 129 años (desde1892), ¡no hay problema! Nadie parece considerar que esa estatua representa tradición. Que en virtud de estar ubicada en una de las principales arterias de la ciudad, ha sido y es motivo de identidad nacional. Sucede que en nuestro joven país, cada Presidente de la República y en la CDMX, cada jefe de gobierno, igual a otros gobernadores y presidentes municipales de otras ciudades del país, obran a su antojo y se despachan con la cuchara grande, dependiendo de sus muy particulares juicios y a veces, influencias conyugales.
La tradición plasmada en símbolos físicos que han permanecido durante décadas en sus lugares originales, nos identifican y por ende debemos mantenerlos de generación en generación, como parte importante de nuestra nacionalidad. Aceptar el motivo por el que se colocaron en cierto momento de nuestra historia, es reconocer sin ocultamientos la realidad de nuestro pasado.
Es imposible escindir a La Torre Eiffel como símbolo de París. A los franceses los identifica y los une, de la misma manera que El Big Ben lo hace con los ingleses; y hasta que venga un gobernante sátrapa que considere que El Ángel de la Independencia debe desaparecer de El Paseo de la Reforma, en virtud de haber sido ordenado y edificado en le etapa porfirista, este monumento es un símbolo que nos une y que con orgullo pasamos de generación en generación.
Algo representativo de otros despojos que hemos sufrido, es lo ocurrido en la Colonia Condesa de la CDMX. Pocos conocen que el nombre proviene de la Condesa de Miravalle, que tuvo su residencia frente a lo que se conoció como La Glorieta de Miravalle, hasta que el Presidente López Portillo, en este caso un españolista de cepa (antítesis de AMLO), decidió copiar la Fuente de las Cibeles de Madrid piedra por piedra y cambiarle el nombre al lugar, por Plaza de las Cibeles. Tamaña fechoría a la tradición, le quitó el piso a los actuales residentes de esta zona, que no llevan con ellos la tradición onomástica de su colonia, que ha quedado como un retazo inentendible y olvidado, a recogerse sólo por los amantes de la historia.
El mismo exceso se ha cometido con innumerables nombres de calles y avenidas del centro de la CDMX, sumado al increíble abuso que fue la remoción de la estatua ecuestre de Carlos IV, conocida como “El Caballito”, otro evento vergonzoso de desplazamiento de un monumento en El Paseo de la Reforma. Fue substituido por una estructura moderna de láminas pintadas de amarillo en una esquina, que se supone representan un caballo, lo que se antoja debió ser consecuencia de un posible y penoso acto de corrupción.
En virtud de que se pretende colocar en donde estaba Cristobal Colón, un monumento a la mujer indígena mexicana, han surgido grupos que se oponen al nuevo monumento, bajo la tesis de que debe ser una mujer indígena la que realice la obra. Sorprende que no se dado seria oposición al traslado de Colón, que rompe la tradición que nos une y parcialmente nos representa como lo que somos: una nación mestiza, creada en la forja de indígenas y españoles con toques africanos y árabes. Por supuesto que es encomiable la colocación de un monumento a la mujer indígena a la que tanto le debemos, pero no a costa de sacrificar nuestras tradiciones. Debe dársele a la nueva escultura un lugar prominente en la CDMX. Existen diversos lugares céntricos, propios para ello.
La noticia del martes pasado, en el sentido de dejar que el Comité de Monumentos y Obras Artísticas en Espacios Públicos de la Ciudad de México decida sobre este tema, es buena noticia. Se ha tomado en consideración la ley y no sólo los caprichos de los gobernantes; de lo contrario, un dia de estos nos desayunamos con el deseo de algún jerarca de la burocracia, decidido a derrumbar el Palacio Nacional debido a su carácter virreinal y ya que entrado en gastos, tirar la Catedral Metropolitana, dedicada por cierto, al Santo Cristo de los Conquistadores.
¡TRADICIÓN!, damas y caballeros. Recordémosla. No la olvidemos. No es folklor. Es ¡lazo de identidad!