LA DESHONESTIDAD DE LAS MAÑANERAS

¿Las mañaneras de López Obrador son ilícitas? ¿Son ilegales? ¿Son contrarias a las leyes que nos rigen? La respuesta es clara y contundente: ¡NO!

¿Las mañaneras son un abuso de poder? ¿Son parciales? ¿Provocan polarización y estimulan la lucha de clases? ¿Son un vehículo en contra de autoridades que deciden de manera contraria a los intereses de López Obrador y MORENA?  ¿Un vehículo para denostar candidatos, periodistas y personas incómodas? La respuesta es clara y contundente: ¡SI!

¿Es conveniente que se otorgue al Ejecutivo Federal el derecho de utilizar a diario el micrófono de la nación, sin límite de costo y tiempo, con el propósito de presentar sus opiniones sobre cualquier tema de su ocurrencia o que en general, medios escogidos le soliciten información o le pidan respuesta sobre temas varios, y él conteste en una interminable conferencia de prensa, televisada, radiofónica y transmitida en redes sociales en todo el país? La respuesta es clara y contundente: ¡NO ES CONVENIENTE!

AMLO no es original, pero es buen copista. La costumbre populista del “habla perpetua”, toma su origen en los discursos de cuatro y mas horas de Fidel Castro, con los que hipnotizaba al pobre pueblo cubano, pobre porque daban lástima de ponerle atención a tamaña píldora, y pobre, porque conforme pasaban los días, su capacidad económica decrecía. El siguiente demagogo fue Hugo Chavez en Venezuela, con su programa “Aló Presidente”, otro que hablaba y hablaba sin parar.

Quienes defienden las mañaneras y similares (en Venezuela, ahora en voz de Maduro), se basan en el derecho a la libertad de expresión, el cual se establece en el Artículo 7 de nuestra Constitución. Este precepto señala: “Es inviolable la libertad de difundir opiniones, información e ideas, a través de cualquier medio. No se puede restringir este derecho…” Inclusive el Artículo 6 prevé que “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa…”

La mañanera es un excelente medio para que AMLO se comunique con la mujer y el hombre de la calle, en especial, como es el caso, cuando utiliza el habla coloquial y sigue los dichos, creencias y maneras que la gente entiende, v.g.: “ a mi me protege de la epidemia del Covid, esta estampita de la virgen, que siempre llevo en la bolsa del pantalón”. Los ejemplos son infinitos.

El hecho de que AMLO tenga comunicación con las personas “de a pie”, es admirable y no puede ser criticable. Es lo que han logrado los lideres cubanos y venezolanos antes mencionados. El problema radica en la ignorancia de los millones de escuchas, a quienes les explica a la cara, la conveniencia de mantenerlos pobres, pues de otra manera ascienden a clase media y ya no votan por él, ni por MORENA. Es un tema de “estrategia política”, les asevera con increíble desfachatez y los invita a vivir con unos huarachitos, poca ropa y un carrito “si les alcanza”. Esto, en tanto él vive a todo lujo en un palacio, su familia y amigos se enriquecen y emula a los hermanos Castro en Cuba y a Hugo Chávez, este último al morir, en posesión inmuebles valorados en millones de dólares, un avión Falcon 900 LX de 40 millones de dólares, cuentas en el extranjero, joyas y vehículos de lujo; en tanto su hija María Gabriela Chávez utilizó su cercanía para encumbrarse como la persona más rica de Venezuela.

Existe un abuso de la “libertad de expresión” por parte de quien tiene el “privilegio” de disponer del micrófono de la nación y un presupuesto ilimitado dedicado a ello. El “privilegio” es deshonesto e inmoral, cuando tiene como primer propósito empobrecer al país y a la ciudadanía, en tanto se enriquece un puñado de líderes políticos y a sus familiares y amigos, aprovechándose de la ignorancia y pobreza de las clases de menores recursos. Lo anterior es cimiento del segundo propósito, aún más grave: establecer una tiranía al controlar las elecciones, modificar la constitución y las leyes a su antojo, disminuir a los poderes judiciales y legislativos, fortalecer la mano dura de las fuerzas armadas, controlar la educación, la economía y limitar la voz, tránsito y garantías individuales en general.

 Una máxima del admirable derecho romano de la antigüedad, reza: “Merece perder el privilegio, quien abusa de la potestad que le fue conferida” (Privilegium meretur amíttere, qui premisa sisbi abútitur protestate); y es que una cosa es el uso y otra muy diferente es el abuso.

El Presidente Obama, en cierto momento durante su mandato, al referirse al populismo, aseveró que ser popular le gustaba y quisiera ser “populista”, pero no conocía los aberrantes propósitos del populismo, que con los años han salido a relucir en diferentes partes del mundo, los cuales ahora tienen en su poder y de rodillas a diversos pueblos y países de Latinoamérica. El populismo es un oxímoron: el candidato sigue el sistema democrático para ser electo y una vez logrado esto, sus propósitos son, preservar el poder para enriquecerse, pauperizar a la ciudadanía y el país entero, y hacerse del control electoral para establecer la dictadura, es decir, un sistema antidemocrático.

¿Qué hacer? En el momento apropiado del próximo sexenio, intentar una modificación constitucional, a efecto de limitar el abuso de la libertad de expresión, de quien detente el micrófono de la nación, ocupe un cargo de cierto nivel o disponga de cierto presupuesto. Que, salvo emergencia, y tratándose del Ejecutivo Federal, sólo pueda servirse de él una vez al mes por un máximo de tiempo. Y establecer sanciones severas en caso de incumplimiento.

No se trata de suprimir el derecho de manifestar ideas, ni de llevar a cabo actos de inquisición. Lo que se trata es de evitar el abuso del uso el micrófono de la nación y el abuso de la libertad de expresión, para proteger nuestra incipiente democracia y el necesario balance de los tres poderes de la unión.

Ignacio Gómez-Palacio