¡TRAIDORES A LA PATRIA!
Nada hay más peligroso que los actos irresponsables y criminales de quien detenta el poder. El poder de la comunicación, el poder de las armas, el poder del Estado/autoridad. AMLO ha tomado los primeros pasos, al identificar a los “traidores a la patria”, de cara al “pueblo sabio”. Se trata de diputados y senadores que no votaron a favor de la iniciativa presidencial para reformar la constitución en materia de electricidad. Ante el señalamiento de López Obrador, no sorprende el movimiento de Morena, hecho público hace un par de días, de pegar en bardas, postes, plazas, calles y avenidas, el nombre y foto de estos “traidores a la patria” para que el “pueblo sabio” los conozca. Su razonamiento: si su Jefe Supremo los considera “traidores a la patria”, lo son. Punto. No se requiere la intervención de los jueces que así los califiquen legalmente y los condenen. El Gran Tlatoani ha hablado. ¡Loado sea El Señor!
Se trata de actos de una irresponsabilidad presidencial pasmosa. Tal provocación, incitación y acicate a la maza nos recuerda a Hitler y Mao Zedong. El primero al señalar a los judíos como explotadores, sanguijuelas y usureros del pueblo inocente, hechos bien conocidos y aún no suficientemente analizados; y el segundo (1966-1976) durante La Revolución Cultural China, cuyo propósito fue preservar el comunismo chino, al eliminar a los burgueses capitalistas e imponer el maoísmo. Fue emprendida y encabezada por las palabras incendiarias de Mao y posteriormente de su viuda. La respuesta de los chinos (en especial trabajadores urbanos, líderes del partido comunista y miembros del ejército), en su mayoría jóvenes, fue la de establecer grupos que denominaron “Guardias Rojas”. Tomaron en sus manos la “justicia” que clamaba su líder. Irrumpieron en las casas de profesores, profesionistas, intelectuales y todo aquel que poseyera libros, en especial de autores extranjeros, instrumentos musicales, cosméticos, arte o cualquier objeto alejado de la cultura del proletariado y lo chino. A los burgueses se les apresó, torturó, vejó y obligó a desfilar en las calles con sendos cucuruchos en la cabeza que leían “soy un hambreador del pueblo”, “soy un perro capitalista”, etc.
Durante 1989, impartí clases de Derecho Internacional en la Universidad de Beijing. Ahí conocí de lejos a quienes algunos profesores jóvenes me indicaron eran “seres fantasmas”. Se referían a los académicos que lograron sobrevivir La Revolución Cultural. No me veían a los ojos. No me hablaban. No querían conocerme. Al verme se alejaban por los pasillos a esconderse. Vivían aterrorizados de que se les identificara con haber platicado con un “guailo” (diablo extranjero) y por ende ser contaminados con la terrible consecuencia de convertirse en “enemigos del pueblo”. Obviamente, no querían volver a vivir su espantosa experiencia.
El delito de “traición a la patria” establecido en el Artículo 123 del Código Penal Federal, describe en 15 párrafos las diferentes conductas que así se consideran, lo que no permite la brevedad de este artículo transcribir, pero baste señalar que se refiere a la relación que establezca un nacional mexicano con otro Estado para “hacerse de armas” contra México o proporcionar información reservada. Ninguna de las conductas delictivas ahí descritas se refiere a la oposición legal en contra de la voluntad presidencial, lo que sería propia de una dictadura y no de la democracia que legalmente rige en nuestro país. En cambio, el Art 4 del Código Penal para el Distrito Federal establece el “principio del bien jurídico y la antijuricidad material” al señalar: “Para que la acción u omisión sea consideradas delictivas, se requiere que lesionen o pongan en peligro, sin causa justa, el bien tutelado por la ley penal”, (como pueden ser la vida, la integridad corporal y moral, etc.). Esto es lo que las palabras de AMLO están logrando: poner en peligro la integridad física y moral de miembros de partidos políticos de oposición.
Durante los últimos días, se han reportado actos de hostigamiento contra legisladores de la oposición, que ponen en peligro su vida e integridad corporal. He aquí la maligna consecuencia que conlleva estimular el odio y la inquina contra los legisladores. El dedo flamígero del Presidente, no debe apuntar y con ello incitar a la maza a verbo suelto y con el micrófono de la nación en las mañaneras, a quienes indica que son “traidores a la patria”, por el simple hecho de ejercer el voto contrario a su iniciativa legislativa. La irresponsabilidad presidencial es de dimensiones monumentales y abrumadoras. Puede tener consecuencias inimaginables que a todas luces se deben evitar, además de que van en el sentido de estimular aun más, la polarización de la sociedad que AMLO no deja de aguijonear (lo que amerita una Hormiga aparte).
Cabe señalar que desde años anteriores a la presidencia de AMLO, los delitos de calumnia, amenazas y difamación, fueron derogados de los códigos penales federal y local. Según recuerdo, se debió al abuso de quienes demandaron a periodistas y en general medios de comunicación.