DIOS PARA ATEOS

dios para ateos

Ian West (78 a, imagen arriba), científico inglés retirado, ex profesor en Cambridge (Clare College), graduado de la Universidad de Oxford, quien ha viajado a México últimamente con cierta frecuencia y trabado amistad conmigo, escribió un libro chiquito en dimensiones físicas, que esconde un texto estrujante: God For Atheists, (ediciones AuthorHouse, United Kingdom, 100 páginas, 2019). La dimensión de la obra refleja su gusto por la brevedad, que se corona con el preciosismo de su lenguaje. Las mismas palabras contradictorias que le dan título a su obra, las elegí como cabeza de este artículo. Es frase que imanta. Se trata de una persona sensible, humilde, enigmática y perturbadora, esto último por llevar la culpa de escribir y dar a conocer sus certezas, tras el recorrido de larga y pensante vida.

No es mi intención reseñar el libro ni sumarme a encuentros teológicos y conceptos metafísicos que escapan mis conocimientos. Tan sólo mencionaré algunos temas interesantes que West desarrolla. Entrar a su exposición y examen escapa a este editorial.

Un ejemplo de lo señalado, es la diferencia que repite en varias ocasiones, entre quienes creen en la existencia de Dios: (i) los “teístas” (theist) y (ii) los “deístas” (deist). A los primeros pertenece el Papa Francisco, la inmensa mayoría de los sacerdotes católicos y sus fieles. Creen en un Dios que interactúa con nosotros a diario y con quien conversamos con frecuencia, en tanto que los segundos están representados por Voltaire, George Eliot y quizás Einstein, quienes consideran a Dios como algo remoto y lejano, un Dios que creó y regula el universo, pero no atiende las peticiones, problemas y pláticas de cada persona. El primero es un Dios mágico que hace milagros, tiene santos y vírgenes con devociones y habilidades diversas, conoce todo y es omnipresente. El segundo es colosal, poderoso, mas vasto que el universo y no se ocupa de la vida de cada uno de nosotros. Si crees en la existencia de Dios, ¿a cuál de las dos posturas te adhieres? ¿Eres teísta o deísta?

Mas adelante, West proporciona seis razones generales por las cuales la gente adopta una religión, lo que ha sido una decisión relevante en su vida. Educado por una madre cuáquera, de adulto rechazó dicho credo. Lo retoma de 1995 a 2006, para finalmente proclamarse ateo. Dichas razones las lista  como sigue:

“[a] Conocer el sentido del bien, el mal, el pecado y la culpa;

“[b] El deseo de expresar agradecimiento a alguien responsable de nuestra felicidad;

“[c] El deseo de sentirse valorado y amado;

“[d]  La necesidad de un propósito;

“[e] La necesidad de guía;

“[f] La esperanza de lograr intervenciones prácticas reales en nuestra representación.”

Son innumerables los comentarios que caben a este respecto, pero de nuevo escapan los límites de este artículo. Baste señalar que frente a la enfermedad del ser querido o una intervención quirúrgica, el ateo no tiene a quien pedirle ni a quien darle las gracias. Esto lo empuja a adoptar una religión.

Otra de las ideas de West se refiere a como reconocer la “moral”. Esto es algo que en lo personal me he cuestionado, ya que con cierta liberalidad, en nuestras leyes se usa la identificación de una conducta como “contraria a la moral” e inclusive “contraria a las buenas costumbres”, como fundamento para una consecuencia o sanción, sin que exista un código que indique lo que es o no moral y lo que son las buenas o malas costumbres. Tal es el caso de los cónyuges a quienes se les prohíbe dañar la “moral” de la familia, al punto que la ejecución de “actos inmorales” es causa de divorcio; otro ejemplo es la perdida de la patria potestad cuando compromete “la moralidad” de los hijos (Artículos 169, 172 y 444 respectivamente, del Código Civil Federal).

West indica que la moral se encuentra en la conciencia de la gente, lo que así ha sido siempre, afirma, a pesar de que a través de los siglos el concepto ha sido enlodado y confundido por los oportunistas y las falsedades de las autoridades religiosas y gubernamentales. Ahí es donde el encuentra a su Dios, el Dios de los ateos. Un Dios que no requiere fe sino sentirlo, experimentarlo, un dios que se encuentra en la conciencia de la comunidad (communal awareness). West no acepta un Dios mágico y sobrenatural.

La obra se adentra en otros temas de sabrosa lectura como: ¿qué propósito tiene mi vida?, el debate sobre la existencia de Dios que se realizó en 1948 en la radio de Inglaterra, entre Lord Bertrand Russelll y el connotado sacerdote jesuita y filósofo Frederick Copelston.

Cabe cerrar destacando su rebeldía al  mencionar la postura del sacerdocio cristiano que dice haber hablado con Dios e inclusive nos informa en la biblia que le gusta la carne asada. También se refiere al contento del clero por el dinero y los regalos de los fieles, los que ellos aplican para reducir su sufrimiento en el Infierno.

En fín, que la publicación bien vale, como París, una misa y un buen rato de lectura desprovista de tono académico, en un lenguaje llano de quien escribe sin fingimientos ni recovecos. Son letras de quien se sabe con una vida completa (y tres hijos) y no quiere dejar este planeta sin decir lo suyo. De quien nada tiene que perder y deja su obra como regalo a quienes le sobrevivan. ¡Gracias Ian!