EL ARISTÓCRATA DE LA 4 TRANSFORMACIÓN
El Duque me recuerda a esa persona que le hizo un gran favor a un poderoso virrey en La Colonia. Agradecido le ofreció pagarle lo que pidiera. Este le dijo que tan sólo le regalara personalmente una pisca de rapé, pero que lo hiciera todos los días camino a su trabajo, en una esquina por donde el funcionario público transitaba en su carroza. No pasó mucho tiempo en que a este sencillo personaje se le reconociera enorme influencia. ¡Todos los días hablaba con el virrey, quien se bajaba de su carruaje a platicar con él!
Podría afirmarse que El Duque es el alter ego de ese sencillo personaje que agradecía el rapé del virrey. Mantiene una amistad cercana y profunda con AMLO, que ya suma treinta años. Pocos conocen su verdadero nombre. También lo identifican con otro apodo: El Opaco.
Nuestro Presidente lo reconoce en 1991, en la marcha de Tabasco a la CDMX denominada Éxodo por la Democracia, que preside en calidad de Presidente del PRD en Tabasco. El Duque había sido su profesor en 1974, cuando era estudiante en la UNAM. Al reencontrarse, se identifican por su interés mutuo en la democracia, la historia de México en el siglo XIX, su admiración por Benito Juárez y porque en ese año ambos fueron padres de nuevos varones.
A pesar de los muchos años que llevan de conocerse, El Duque nunca ha aceptado un cargo por importante que sea, ni recibido sueldo, salario o gratificación alguna. No pertenece a Morena, ni lo desea. Nadie, que no sea él, conoce sus ingresos. Su caminar, manos cuidadas y la pulcritud en el vestir lo identifican con la aristocracia no europea, ya que sus tez, cabello y facciones indígenas, delatan raigambre zapoteca de clase alta. Sus trajes a la moda, de casimires sobrios y camisas selectas, se contrastan con corbatas de colores intensos. En las profundidades de su alma enflaquecida por los golpes de la vida, existe un desprecio generalizado a las instituciones y gente en general, salvo a quienes le reconocen a Andrés Manuel su categoría de pater familias (los pobres, indígenas, mayores de edad y ninis), lo que no incluye al puñado de gente que rodea a su amigo.
La amistad entre Andrés Manuel y el Opaco se ha dado sin cortapisas. Ambos desprecian a quienes atienden universidades en el extranjero. Los encuentran sospechosos por muchas razones, entre otras, por sus contactos para esconder corruptelas y su conocimiento de idiomas que no son de nuestra tierra. Hacen menos a las instituciones y a los ricos, dentro de los cuales colocan a la clase media “fifí”. Se vanaglorian de su honestidad y pocos dineros, aunque ambos saben que tienen guardados para emergencias. Desconfían de bancos y tarjetas de crédito. Evitan abrir cuentas de cheques o pedir préstamos, salvo triangulados con empresas y gente cercana. Se saben y sienten golpeados por los empresarios, banqueros y partidos de oposición, por lo que no se tientan el corazón para obrar en su contra con mano dura, de preferencia escondida o sigilosa. Otros temas y procederes los unen, por lo que pactan desde décadas atrás reunirse por lo menos una vez por semana, lo que salvo contadas ocasiones, no han interrumpido, inclusive ahora que AMLO ocupa la presidencia. Andrés Manuel encuentra en ello una razón para no viajar al exterior. Ambos se dan la flexibilidad de verse cualquier dia de la semana, lo que debido a las ocupaciones de nuestro Presidente, ha obligado al Duque a viajar a alguna ciudad dentro del país, para poder intercambiar ideas y opiniones en aerolíneas de ida o de regreso a la CDMX.
Alguien podría aseverar que lo anterior es ficción y es factible que en parte sea cierto. Yo se que el personaje existe, calza y peina y que la reunión se celebra desde años atrás, en estricta confidencia y cierto humito de clandestinidad, ya que El Opaco, quizás por haber sido profesor de nuestro Presidente, tiene ascendencia sobre su ex alumno, a quien ahora adula como encantador de serpientes, que sopla en la flautita y observa al cuerpecito crotálico en movimiento, halagado por el tono de varias octavas que brotan por los orificios del instrumento.
Entre los consejos del Opaco destaca lograr el dominio de los tres poderes de la Unión, ya que “con el control del legislativo y de la mayoría de los Congresos de los Estados —le dijo—, podemos modificar hasta la Constitución y darle casa grande a la 4ª Transformación. Ahorita se las podemos meter hasta doblada, como dijo tu amigo del Fondo de Cultura Económica. Para lograrlo debemos obtener los recursos necesarios para subsidiar tanto como se pueda a los pueblos indígenas, a los pobres, adultos mayores y ninis, ya que ahí es donde están la mayoría de los votos que necesitamos. Para ello tenemos la gran avenida que has trabajado como el Gran Mago que eres: la austeridad, a la que nadie puede oponerse.”
Al Opaco se le deben consejos tales como detener las obras del aeropuerto de Texcoco en la CDMX: “No hay mejor arma para arrodillar a los grandes empresarios que quitarles la charola del dinero. Verás como los vas a tener comiendo de tu mano, como gavilanes convertidos en pollitos”. AMLO, por su parte no se queda atrás, en especial con obras en la región donde nació, como la construcción de la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, claro, tras escuchar a su profesor y amigo. Sentados uno frente al otro surgen los temas que han sacudido la vida nacional. Rebotan ideas que saben pueden llevar a la práctica. Tienen el poder para cerrar centros de ayuda a mujeres victimadas, cambiar el sistema de asistencia a las guarderías, reducirle partidas presupuestales a los centros de salud, educativos y a la cultura en general, asi como a organismos autónomos y a las OSC´s. A estas alturas del sexenio, la lista es mas larga que la cuaresma e incluye la política de “abrazos no balazos” que ha impactado a la seguridad e impunidad.
Debe destacarse lo que quizás ha sido el mejor de los consejos del Opaco. Se lo aterrizó seguido de conocerse el resultado de las elecciones de 2012: “Cierra a la circulación el Paseo de La Reforma. Te van a odiar los neoliberales conservadores fifís, no la mayoría de los mexicanos y vas a conseguir que todo México te conozca para las próximas elecciones. Ciérralo varios meses. Hay presupuesto. Es tú mejor inversión. Muchos de quienes te apoyan intentarán convencerte de no hacerlo. No les hagas caso, pero identifícalos y date cuenta quienes te retiran fácilmente su lealtad”.
La Hormiga
Habría que preguntar: ¿qué tan lejos está la amistad de la adulación y como puede caerse con facilidad en la lisonja y los males que conlleva?, ¿qué riesgo corre quien recibe el mal consejo?, ¿qué agenda secreta tiene el “influencer”?
El dicho de “dime con quien andas y te diré quien eres” es sentencia de la sabiduría popular que reconoce el riesgo de la mala influencia. La buena amistad enriquece y complementa. Es una relación de cariño y respeto, a los que se les unta compromiso y lealtad. Que nos lleva a compartir buenos y malos momentos. Y a mejor comprender el mundo, sus problemas y habitantes, asi como para dar y recibir aportaciones desinteresadas, incluida la crítica. La mala influencia la entrega quien lleva una agenda secreta, en muchas ocasiones acompañada de la adulación. Si quien la recibe es narcisista, entonces se junta la pólvora con la mecha encendida con consecuencias impredecibles. Quien recibe complacido la adulación entra a un estado hipnótico inmerso en su egolatría. Esto sucede lo mismo entre compañeros de cantina que a nivel de reyes y presidentes de importantes países. Ahí está la historia que lo demuestra (Rasputín con los zares, …..
¿Qué tan lejos del suelo firme está nuestro Presidente? ¿Qué tanto se eleva a diario con ese su gusto por el micrófono y los reflectores? ¿Qué tan peligroso es o puede serlo con quienes lo critican? ¿Qué tanto ejerce y seguirá ejerciendo la censura? ¿Por qué no desea viajar al extranjero y reunirse con otros mandatarios? ¿Será que ha caído en el síndrome del rey que no quiere salir de su comarca para evitar sentirse menos?