EL CRIMEN DE LAS UNIVERSIDADES PATITO
¿Cuántas escuelas de derecho existen en la Ciudad de México? Mas de cien, de las cuales, sólo cinco o seis son instituciones de enseñanza. Las demás son empresas que buscan utilidades, tan jugosos como sea posible, a base de lograr reconocimiento de validez oficial (sujeta a tres diferentes grados de reconocimiento), inscribir tantos “alumnos” como sea posible, cobrar la mayor colegiatura y extras que el “alumnado” aguante y gastar lo mínimo en instalaciones y sueldos del profesorado. Se evitan carreras donde la “empresa” tenga que invertir en equipo e instrumental médico o de laboratorio. Es frecuente circular por avenidas de la CDMX, como Tlalpan, y ver en los ventanales de un edificio de apartamentos cualquiera, los anuncios de una de estas “instituciones”, apoyados por la consiguiente publicidad, que ofrecen el “título profesional” asistiendo tan solo los sábados por la mañana. Las clases se imparten en pisos, donde departamentos de tres recámaras se convierten en “universidad”.
El sistema lleva años de tomarle el pelo a los ilusos padres que cargan con el costo de libros, útiles, colegiaturas, manutención del “estudiante” y la ilusión que acaba por ser frustrada, de que el diploma o título que finalmente reciben, va a abrir las puertas a ingresos y a los escalones sociales que los llevarán a hacer de sueños, indiscutibles logros. Todo esto constituye un crimen perverso, que al multiplicarse constituye un crimen social.
La raíz parte de creer que la educación superior es para todos. Que es un deber social. No lo es. Existe un sin número de actividades como lo son el deporte, el comercio, muchos servicios, etc., en las que se obtienen mejores ingresos que como profesionista, como mas adelante se menciona. En 1989 impartí clases en la Universidad de Beijing, localizada en un país, entonces de 1,200 millones de habitantes. En dicha universidad, una de las pocas en el país en esa época, el número de estudiantes era de 10,000, cuando aquí, tan sólo en la UNAM cursaban estudios de educación superior mas de 200,000. ¿Se equivocan los chinos en subsidiar la educación superior para unos cuantos? No lo creo. Lo que debemos hacer es dirigir a la juventud a nivel educacional de técnicos y especialidades, con menores años y esfuerzos de estudio, de las que por cierto, existe gran demanda.
Un título universitario es la constancia que emite una institución en la que la sociedad ha depositado confianza y que certifica que la persona a cuyo nombre se expide, cuenta con la preparación para llevar a cabo cierta actividad. Cuando el ingeniero no sabe hacer los cálculos correspondientes a la construcción de un puente y mueren o se accidentan personas como consecuencia de su incompetencia; o al médico se le mueren los pacientes por no saber diagnosticar, el título no sólo carece de validez, sino que se ha emitido violando esa confianza que la comunidad depositó en la persona que detenta el título, en la institución emisora y en la autoridad que la certificó. Por ello, el profesor universitario tiene una importante responsabilidad frente a la sociedad cuando califica al alumno, ya que es parte fundamental del título universitario. En ocasiones, no es la falta de estudio o esfuerzo la que merece una calificación reprobatoria. Simplemente es un error vocacional del estudiante que no se inscribió en la carrera que debió haber escogido. Una calificación reprobatoria puede ser un regalo que indica cambiar a otra carrera, para no fracasar en cierta actividad profesional, lo que puede ser un agobio cotidiano.
Es una temeridad y un contubernio que las autoridades educativas permitan el uso del término “universidad” a actividad comerciales con fines de lucro, lo que debe restringirse a instituciones que tengan una oferta numerosa de carreras, tantas, que las hagan, como su nombre lo indica una “universalidad”.
Es sintomático e indicativo de congruencia que, en 1912, cuando se constituyó la Escuela Libre de Derecho, la que se ha distinguido por la calidad de sus egresados y profesores, no se hubiese denominado “Universidad Libre de Derecho”. Hubiera sido mentira y un oxímoron, pues ni una golondrina hace verano ni la oferta de una sola carrera hace universidad.
Los “estudios superiores” indican un grado intelectual. Son para aquellas personas que desean estudiar antes, durante y sobre todo después de obtener un título profesional, ya que ninguna materia es estática. Deben responder a un legítimo deseo vocacional. Quien desea acumular dinero y bienes materiales, mal hace en estudiar. En la Central de Abastos existen bodegas de 8 mts2, valuadas en un millón de dólares.
Actualmente, para donde se mire, en la televisión, cine, espectaculares, revistas, publicidad, etc., las imágenes de mujeres y hombres ricos y atractivos, mansiones opulentas, viajes y chuladas similares, son poderoso imán que bombardea a cada instante a la juventud. Baste asomarse medio minuto a cualquier telenovela. Debe escogerse si se tienen grandes deseos de estudiar o de buscar entrada a los muchos mercados, donde vender y comprar son camino a la riqueza material, aunque sus integrantes en general, sólo sepan conversar sobre los campeonatos de futbol. El profesionista invierte o pierde su tiempo, según la óptica de cada quien, en hablar de su materia, ya sea arquitectura, cardiología, fiscal, etc., lo que le da grandes satisfacciones que se remuneran intelectualmente.
Se concluye que es lamentable continuar con las prácticas mencionadas de reparto de títulos de estudios superiores. Títulos que no traen aparejados al profesionista de verdad.
Lo aquí mencionado viene a colación, debido al criticable reparto que con fines políticos ha iniciado AMLO con Las Universidades para el Bienestar Benito Juárez, lo que por falta de espacio, podría ser materia de otra Hormiga.