El GRAN NEGOCIO DEL MIEDO
Una pregunta que sorprende y algunas respuestas de nuestra vida cotidiana: ¿Cuántas decisiones tomamos a diario fundamentadas en “el miedo”, del que se valen muchos para hacer el Gran Negocio?
Los ejemplos son múltiples y variados. Iniciémonos con las empresas conectadas con la seguridad en casas habitación y oficinas. Esas que además de alarmas, cámaras, ojos eléctricos y conexión electrónica a distancia, nos aconsejan colocar una señal que advierta al delincuente que se trata de un inmueble protegido, lo que además les sirve de publicidad. En un caso legal en el que estuve relacionado, escuché al director de una importante empresa de seguridad, con representación a nivel mundial, pronunciar la tesis de su compañía, lo que causó caída de quijada y nunca olvidar su dicho:
—Nosotros le damos al cliente el mismo trato que al adicto a la droga. La seguridad es una adicción basada en el miedo, que es nuestro principal aliado. Si logramos venderle nuestro sistema de seguridad, es posible que cambie de empresa, pero lo hemos convertido en adicto de la seguridad, la que contratará por el resto de su vida, a riesgo de sentirse incómodo y desprotegido si no la tiene. El miedo, no le deja vivir ni dormir tranquilo y acaba por recontratar algún sistema de seguridad, pues ha sido psicológicamente capturado. Conforme pasa el tiempo, aumenta y actualiza los equipos contratados. Se convierte en cliente de por vida.
El miedo vende y vende bien. Aquí podemos añadir a las alarmas de vehículos e inclusive al caso de seguridad en la persona y familia del cliente.
Entre las empresas que mercan con esa sensación de angustia y desconfianza provocada por la cercanía de un peligro real o imaginario, están las aseguradoras. Se trata de empresas principalísimas en la economía, que muy rara vez pierden, ya que bien estudian la relación del riesgo con el costo de la prima, para por lo general o siempre, salir ganando. La única excepción es el caso de siniestros colectivos (huracanes, temblores, etc.)
Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo, compuesta por 37 países, en 2017, las aseguradoras representaron el 2.3% de Producto Interno Bruto de México, es decir, que se trata de un sector fundamental, a pesar de que estamos lejos de representar el 8.9% promedio de los países miembros de la organización; lo que nos lleva a ponderar que los ricos tienen mas miedo.
Si se toma a un asegurado promedio sin derecho a seguridad social, retirado, de mas de 75 años, que ni él ni su pareja cuentan con seguro de gastos médicos, se pensará que han cometido un gravísimo error. Pero si resulta que desde que tenían 50 años cuidaron su alimentación y ahorraron el costo de la prima durante década y media y la invirtieron en un inmueble que han venido rentando durante aprox. 10 años, es factible que hayan generado el ingreso que hubiera tenido la aseguradora, ya que además se debe tomar en cuenta la plusvalía generada por la inversión inmobiliaria. Si esto no fuera cierto, las empresas aseguradoras no serían negocio o las primas se fijarían en montos mayores a los estratosféricos que les cobran a los adultos mayores. Las aseguradoras son tan buen negocio, que tienen una función financiera para facilitar dineros a quienes carecen de él.
Otro de los negocios del miedo y uno de los mas importantes es el de la industria farmacéutica, en especial con medicinas dirigidas a la prevención, el dolor y aquellas para las que no se requiere receta, muchas de las cuales acarrean efectos secundarios que se resuelven con mayores erogaciones en mas medicinas. Me dejo para otra Hormiga, la historia de la medicina moderna y su “creación” por parte de millonarios que supieron encontrar en el miedo, un filón de oro que continúan explotando.
No me referiré a otros “negocios del miedo”, por falta de espacio. Lo dejo a la imaginación de quien esto lee. El nazi J. Goebbels, maestro del miedo, merece Hormiga aparte, igual que los partidos políticos.
Así que ya sabe amable lector, la receta que en este modesto editorial le conté: si logra vender productos o prestar servicios con base en el miedo, hecho del que por cierto toma ventaja a diario el crimen organizado, puede lograr el éxito económico.