EL INE EN MANOS DE JUANCHO EL DE LA TIENDA Y SUS CUATES

—¿Cómo fue que se te apareció esta chambita, compadre?

—Se la debo a mi primo Beto, el político. Lleva años de seguir a López Obrador y es de Morena. Me convenció de lanzarme de candidato a Consejero del Instituto Nacional Electoral. Dice que tengo cara de gente antigua y andaban en busca de gente con, como dice él, “mi perfil” y no con cara de cabrón, ni de fifí. Les convino que yo no fuera de su partido. Mas bien sin partido.

—Pos de donde sacaste esa carita, compadre? ¿De donde el trajecito?

—¿No jodas!, ni modo que se la deba a mi apá. Tú lo conociste. Ese canijo no hubiera calificado con sus bigotes escurridos. No se los cortaba ni cuando le daba catarro y se le moqueaban. El traje es parte de mi nuevo perfil. ¿Pos qué no puedo?

Los compadres departen apoltronados en una banca del jardín central de su pueblo, una mañanita de cielo azul grosero de finales de 2022. De esos que en las ciudades ya no se ven. Están satisfechos con el mole del almuerzo y aún no llega la hora de los tequilas. El preguntón, con un corte de pelo parado a la moda, trabaja en los Estados Unidos. Se descolgó para la boda de un pariente. El otro, con aspecto de cajero de banco, lo traiciona el nudo de la corbata, que todavía no atina como hacerlo.

—¿A ver pues?, platícame.

—Resulta que modificaron la Constitución pa que fuéramos consejeros gente del pueblo. Gente como yo. Y no los quesque académicos de siempre. La lista de los candidatos era inmensa, pero con el apoyo del primo, ¿ya ves?, aquí estoy. Los de Morena le saben a eso de los votos y se la barajearon pa que yo saliera.

—Y ¿qué tiene que hacer?, compadre.

—La verdá que está fácil. Sólo asistir a las reuniones del INE y levantar la mano cuando me lo indique mi primo. El asiste como representante de Morena y cuando hay que votar, me lo clacho. Si él levanta la mano, yo también. Dice que él recibe línea desde arriba y así, pos no hay pierde.

—¿Así nomás?

—Eso es todo. Tú sabes que yo no soy de broncas. A eso no le entro, aunque sí te digo que hay que aguantar las sentadas que duran horas y horas.

—Con razón me decía mi mamá: “suerte te de Dios, hijo, que el saber poco te importe”. Y ahora resulta que se le aplica a mi compadre Juancho, el mas huevón de mis amigos.

—Ja ja ja

—¿Se puede saber cuánto te pagan?, —en tanto se rasca un grano que le sale atrás de una oreja, como reacción alérgica a los chicharrones que no exime de tronar entre los dientes, cuando visita su pueblo.

—¡Un sueldazo! Más de cien mil pesos mensuales.  Nunca pensé ganar tanto. Ya hasta nos vamos a comprar casa sola. Claro, le paso un tanto a mi primo Beto. Se lo entrego en efectivo a mi vieja y ella se lo lleva a Matilde, la esposa de mi primo. Así, nadie se entera. Ya ves que en estas épocas de los celulares, las fotos y videos están a peso.

El compadre preguntón se había ido al Norte ocho años atrás. Sus trabajos: peón de campo, cuchara de albañil, jardinero y ahora lava platos. El flamante Consejero del INE, continuó:

—Además, me dan una camioneta blanca del año, grandota y con chofer, seguro de vida y gastos médicos pa toda la familia.

—No, pos sí.

—Así es compa, ¿a quien le dan pan que llore? ¡Todo por México!

—Ja ja ja ja. Ora sí que me hiciste reír, compadre. Los jodidos somos los que nos fuimos del otro lado. Llevo años de lava platos y apenas me alcanza pa pasarla. Gano dólares, pero gasto dólares y todavía le envío su remesa a mi jefa, pobrecita. Sin lo que le mando, la estaría pasando mal. Muy mal.

—¿Quieres regresar, compadre? Olvidarte de los gringos. ¿Quieres que te busque algo en Morena? Con la ayuda de mi primo, seguro que algo te encontramos. Sólo dame un poco de tiempo, pero tú no lo pienses mucho, pos vamos a volver a ganar en las próximas elecciones del 2024 y hay que estar listos pa cuando empiece la corretiza, que es como de gallos de corral tras el maiz. ¿Te acuerdas? Como cuando ibas a visitarme al rancho y nos encargaban maicear a las gallinas.

—Y ¿la inseguridad? ¿La cantidad de homicidios? ¿La presencia del narco, que tú mismo me has contado? ¿La impunidad? ¿Los gastos del gobierno a lo güey? ¿Dónde meto a mis hijos pa que no se me contaminen con pandillas?

—Párale, parale, compa. Ai tú piénsale. No se puede tener todo. El Hueso Grande tiene sus riesgos, pero también sus alegrías.