EL MOTÍN DE LA ACORDADA Y MORENA

 

Hace una semana se reportó desde la Cámara de Diputados, la aprobación de una ley de amnistía propuesta por MORENA, cuyo propósito es liberar a mas de 300,000 presos. Se dijo que para la ley entre en vigor, se requiere la aprobación del Senado, lo que aún no ha sucedido.

Esto me recordó a El Motín de la Acordada en la Ciudad de México, cuando miles de delincuentes azoraron la ciudad con robos y asesinatos sin control. La razón, fue el resultado de las elecciones de 1828, con las que no estuvieron de acuerdo varios políticos encumbrados de la época.

Las segundas elecciones federales de México independiente, cuyo propósito fue nombrar al segundo Presidente de nuestra nueva y frágil república independiente, en substitución de Guadalupe Victoria, nuestro primer Presidente constitucional, le dieron el triunfo a Manuel Gómez Pedraza. Diversos sectores no aceptaron el resultado y apoyaron a Vicente Guerrero, que había obtenido el segundo lugar en la contienda, entre ellos Antonio López de Santa Anna, que en la Fortaleza de Perote se declaró en rebelión. Fue de las primeras “puntadas” de este negro personaje incontrolado e incontrolable, que tanto daño le hizo a nuestro país con su carácter voluble y decisiones contradictorias y variopintas. De haber tenido el micrófono de la nación, es posible que hubiera salido al ruedo con diarias mañaneras o tardeaderas, ya que nunca tuvo fama de despertarse temprano.

El motín tomó su nombre de La Cárcel de la Acordada cerca de la cual se localizó el foco de los desórdenes. Los amotinados abrieron sus puertas dejando libres a cientos de presos. Las tropelías sucedieron entre los últimos días de noviembre y los primeros del mes siguiente. Varios disturbios dejaron ingratos recuerdos, como fue el saqueo del mercado El Parián, frente de La Catedral Metropolitana, dedicado en parte a la venta de artículos finos traídos de Oriente por la famosa Nao de China, y el de La Casa de los Azulejos (actualmente el Sanborns de la Calle de Madero), en el que aprovechando la revuelta, un oficial, Manuel Palacios, acuchilló con saña hasta matarlo, al Conde don Andrés Diego Suárez de Peredo, al pie de la escalinata que conducía a las habitaciones. Aparentemente, el motivo fue una rivalidad personal (Las Calles de México, Luis Gonzalez de Obregón, Ediciones Botas, 1947, pag 61).

La Cárcel de La Acordada, además de cumplir su función de prisión, era depósito de importante armamento y municiones, que fueron aprovechados en parte por la horda incontrolada. La cárcel fue tomada por un grupo de soldados y oficiales partidarios de Vicente Guerrero. Gómez Pedraza no pudo hacer mayor cosa que acusar al gobierno en funciones de Guadalupe Victoria, de actuar con lentitud falaz y simulada, lo que permitió tres días de violencia y latrocinios. Vicente Guerrero, actuó como político intrigante y no emitió opinión alguna. Gómez Pedraza salió en silencio de la capital a exiliarse en Francia, en tanto el Congreso, en violación de la Constitución, proclamó Presidente y Vicepresidente a Vicente Guerrero y a Anastasio Bustamante, respectivamente. Posteriormente, Bustamante desconoció a V. Guerrero y ordenó su ejecución, vía una corte marcial. En 1832, casi al final de su mandato por el que fue electo, Gómez Pedraza ocupó la presidencia del país.

He aquí la triste historia del arranque de nuestro México independiente, donde tanto sufrimiento nos ha costado aceptar la derrota en las elecciones. Aún no hemos podido acostumbrarnos a perder.

¿Qué sucederá en las elecciones de 2024? ¿Aceptará MORENA un resultado contrario a sus intereses? ¿Habremos avanzado y podremos admitir la derrota, cuando desde dos años antes los dirigentes de MORENA han intentado por todos los medios de desacreditar al Instituto Nacional Electoral (INE), como árbitro electoral? ¿Tendrá López Obrador la capacidad moral e intelectual de admitir una derrota electoral que nos haga avanzar como país?

Viene a colación la apertura de las puertas de La Cárcel de la Acordada, en relación con la ley de amnistía que acaba de aprobar la Cámara de Diputados. ¿Estamos frente al maquiavelismo de lograr delincuentes adeptos a “la causa”, antes de que sucedan los hechos? ¿Tener a la mano a 300,000 delincuentes defensores de MORENA, que pudieran necesitarse?

La diferencia, la Gran Diferencia, es que hoy contamos con un árbitro electoral: el INE, cuya autonomía y existencia debemos defender en todo momento. Desde hoy lo debemos considerar como la institución ciudadana y nacional de mayor importancia para el país.