EL PELIGROSO DISCURSO DE ODIO DE LAS MAÑANERAS

Pregunta: ¿Sabrá AMLO las posibles consecuencias de su discurso de odio? ¿Tendrá conciencia de la responsabilidad que conlleva tener a diario el micrófono de la nación, durante 2 o 3 horas? ¿Sabe que la fuerza de la palabra es muy superior a la fuerza de las armas? Para ello es necesario conocer de historia, en especial y para mayor comprensión y cercanía, historia del siglo XX y XXI, que demuestra que primero son las palabras y después, a veces mucho después, las grandes matanzas, las grandes tragedias de las que debieran aprender nuestros líderes actuales, en especial AMLO.

Segunda Guerra Mundial. El discurso de odio de Hitler contra el pueblo judío y los marxistas se inicia en la década de 1920. Funda un nuevo partido político y con su palabra incendiaria y un discurso repetitivo, arrebatado y fogoso en contra de ellos, poco a poco gana notoriedad. El resultado es el Holocausto que causa la muerte a 6,000,000 de judíos, lo que es ampliamente conocido. De lo que poco se conoce es el enorme costo de 8,300,000 de vidas alemanas (3,200,000 soldados y 5,100,000 civiles), quienes mayoritariamente apoyaron en su momento las palabras de rencor de Hitler. Habría que agregar mas de 13,000,000 de muertes de nacionales de otros países (Reino Unido, Yugoslavia, Italia, URSS, Estados Unidos, Estonia, etc.).

Hitler toca lo que yacía en las profundidades obscuras del alma del pueblo. En vez de apartarlo de envidias y animosidades e inclusive intentar curarlas, las  provoca a surgir como llamas dantescas. El pueblo manipulado y conducido le responde y apuntala sus resentimientos. Fueron  10 años de discursos de odio para que se iniciara la desgracia.

Ruanda. La violencia cometida por los tutsi contra los hutu en el pasado, sirve de alimento a los discursos de odio del gobierno hutu, apoyado por la Radio Televisión Libre des Mille Collines, que dia tras dia emite propaganda anti-tutsi. Si bien los discursos de odio tienen el antecedente de tensiones y violencias entre ambos bandos, el asesinato del presidente hutu de Ruanda Juvénal Habyarimana en 1994, es la mecha que inicia el genocidio. El resultado es la muerte del 70% de los tutsi (1,000,000) y la violación indiscriminada de mujeres tutsi (500,000), así como la masacre de los bebés producto de las violaciones. Fueron casi 20 años de discursos de odio para que se iniciara la desgracia.

Baste la evidencia de dos casos dramáticos del siglo XX y otros que la brevedad nos impide narrar, para darnos cuenta de las tragedias a las que conducen los discursos de odio, los que hoy continúan contra los rohingya en Mianmar (provocando que en 2012 fueran fuertemente violentados), sumados al rechazo colérico en diversos lugares de Asia y Europa contra refugiados y migrantes y las palabras y actos hirientes de Trump, cuando Presidente, contra mexicanos y latinos.

Actualmente los discursos de odio en Latinoamérica son el pan de cada día. Ejemplos de ello es la toma del micrófono de la nación por Maduro y su antecesor Chávez en Venezuela, Alberto Fernández en Argentina, Lula (retomando el poder) en Brasil, Luis Arce ligado a Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, los Castro en Cuba, etc., lo que ha acarreado inseguridad y criminalidad galopante, disminución aterradora de la inversión doméstica (que ha huido) y extranjera, reducción de fondos depositados, inflación, etc.  y que la región sea identificada como la de menor crecimiento económico en el mundo.

No podemos continuar sin tomar conciencia plena del riesgo que traen aparejados los discursos de odio.

¿Cuál es la fuerza de la palabra? ¿La que se levanta para señalar a un grupo social y atacarlo? Palabras, que como ha sucedido en repetidas ocasiones expresa nuestro Presidente, en contra de lo que él identifica como “conservadores”, “neoliberales”, “fifís” y otras denominaciones con tono peyorativo, con las que parte a nuestra sociedad en dos: los buenos y los malos; los puros y los corruptos; los ricos y el pueblo sabio. ¿Sabrá acaso que hacerlo es jugar con fuego? Curiosamente, por lo general lo hace sonriendo, como diciendo “prepárense para lo que vendrá”.

Las palabras que estimulan odio son mas peligrosas que las balas y misiles. Con ellas se puede construir o destruir una comunidad, un pueblo, una nación. ¡Cuidado señor Presidente! Cuide a los mexicanos que somos un solo y único pueblo. Detenga seguir dividiéndonos con sus discursos de odio. Cuidarnos es su responsabilidad y la parte mas importante de su quehacer público. Para ello lo elegimos.