FRENA, AMLO, BIDEN, TRUMP, COVID-19… ¿QUÉ MAS? LA PENURIA DE LOS ESCRITORES

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Algunas preguntas intimidantes y respuestas retadoras: ¿Quién duerme en un mundo tan conflictivo? ¿Cuándo termina el 2020? ¿Por qué todavía falta buena parte de noviembre y ya estoy listo para el descanso decembrino? ¿A quien se le puede pedir un respiro? ¡Por favor, ya pido esquina! ¡En la próxima me bajo, joven!

 

Me están cambiando el mundo. Un mundo que anticipé de cierta manera y que hoy, que ya estoy grandecito, me encuentro que está a kilómetros y kilómetros de distancia de mis predicciones. Esas que eran razonables en su momento y que no hablaban de la “nueva realidad”. Una época en que la realidad era una y sólo una. No había realidades “nuevas” y “viejas”.

 

Mis hijos ya no se casan. Habiendo procreado cinco descendientes, sólo tengo cuatro nietos y las líneas de producción que cada uno de ellos tiene listas y saludables, las mantienen cerradas. Los albañiles de una ampliación que recién hicimos, sacan de la bolsa un teléfono y aclaran dudas con el “maistro” que se encuentra en otra ciudad. La presidencia de mi querido México está en manos de un inculto equizofrénico, cuyas decisiones conllevan enorme riesgo, en tanto el resentido hostil es imposible de predecir. EUA ha tenido un Presidente sexista, mentiroso y faramallero que tiene inmensa cantidad de seguidores ciegos e incultos que mueren por él. Nuestra contaminación está dando al traste con la naturaleza que empieza a tomar venganza.

 

La pandemia que nos azota y que inicialmente se le trató como una burbuja en muchos países, nunca hizo “pop” y sigue y sigue y sigue, frente a un mundo en el que los jóvenes se están alejando de las ciudades para vivir en el campo, con la naturaleza en la cama y el internet en el buró. Los hoteles, iglesias, aerolíneas, restaurants, estadios, gimnasios, hospitales, auditorios y demás centros de reunión han quebrado o están a punto de hacerlo. La educación y las reuniones amistosas y de negocios se celebran a distancia y ciertas palabras han tomado jerarquía inusitada. Tal es el caso de lo “presencial", para distinguirlo de lo “virtual”, al punto de que nada obsta para tener una relación cibernética de incitación sexual oral y visual, combinada con inseminación artificial, para multiplicar nuestra especie.

 

En este mundo convulso, ¿donde están los escritores de ficción literaria? En México, la corrupción electorera de nuestro Presidente, nos ha restado apoyos económicos que nos son vitales para sobrevivir. Los tiempos en que se escribían obras que deslumbraban por su técnica narrativa, su estilo, por el desarrollo de tramas y personajes inolvidables, han dejado de existir. Esa mente prodigiosa del escritor frente a la hoja o la computadora, es recuerdo del pasado. Hoy, han tomado su lugar las series televisivas escritas por grupos de escritores al servicio de la producción y el director específico, donde los actores favoritos, la escenografía, la acción, el sexo, la violencia y los diálogos listillos e inverosímiles, se hacen bajo la fórmula mercadotécnica de crear suspenso al final de cada entrega, para no perder clientela, ni anunciantes. ¿Qué ha sucedido? Que ya no existen lectores ni tiempo para leer. La capacidad del cerebro para prestar atención ha cambiado.

 

En 1994, Sergio Pitol en su obra “El Arte de la Fuga”, aseguraba: “la novela…. reaparece hoy en el escenario internacional con salud envidiable. Florece con una plenitud que envidiarían las rosas…. generosa, arriesgada, ubicua…. Cada crisis de la sociedad la hace regenerarse.” ¡Qué envidia, querido Sergio!, porque actualmente tiene mas posibilidades de ser publicado el título “Tengo 16 Años y me Acuesto con Hombres Casados”, que “Cien Años de Soledad”.

 

¿Qué resta? Lo inimaginable. ¿Y nosotros? ¿Nos quedamos quejándonos o hacemos algo? ¿Somos víctimas o también somos responsables? ¿Qué vamos a hacer para mejorar el entorno, llámese político, ecológico, cultural, artístico, etc.? Por lo pronto, debemos reconocernos como responsables y empezar a actuar para aceptar los cambios que han llegado para quedarse. Evitar predecir y con inteligencia y sabiduría, adecuarnos al cambio y usarlo en beneficio común y personal.

 

 

Ignacio Gómez-PalacioComentario