INTENTAR ENTENDER A AMLO

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He aquí una pregunta de difícil contestación: sin disculpar las múltiples contradicciones, mentiras, desaires, abusos, posturas, arrebatos, etcétera de AMLO y evitando analizarlos por lo que respecta al fondo, ¿podríamos simplemente tratar de descifrar cómo funciona el raciocino de nuestro Presidente, su lógica particular que a diario nos aterriza y unta de punta a punta como mantequilla en tostada desayunera? El hombre se esfuerza al intentar explicarnos sus razones en su peculiar estilo de muecas, silencios y habla lenta y desesperante. Intentemos pues, entenderlo y descifrarlo.

De inicio podría afirmarse que él no comprende el mundo de su actuar presidencial, sin su mañanera. Todo indica que requiere del micrófono nacional a diario o no sabría qué hacer. Quiere que “el pueblo”, “su pueblo” lo escuche, ame y vitoree, antes de salir a su peregrinaje nacional cotidiano, ya que sentarse en un escritorio o sala de juntas no le viene natural y mucho menos lo desea.

Se trata de un personaje que vive con la perpetua preocupación de cómo habrá de pasar a la historia y como será calificada la 4T, su 4T. Uno de los serios problemas a los que se enfrenta es la falta de autenticidad. Esa de la que hicieron gala Gandhi, Mandela, Castro y otros. Él descansa en los conceptos, conducta y dichos de Chavez, Evo Morales, Lula, Maduro y en general quienes inspiraron y guiaron El Foro de Sao Paulo, lo que lo convierte en actor de un guión escrito por otros. Esto, para quien desea pasar a la historia como uno mas de los padres de la patria, resulta opresivo y avasallador, en especial en esta época en la que las redes sociales y la televisión sacan a relucir lo dicho por sus próceres, con las mismas palabras. El placer que recibe de verse actuar y escucharse es agridulce, pues si las palabras y la fuerza de su dicho le satisface, el saber que copia a otros golpea su ego donde duele, lo que debe soportar, pues carece de capacidad creativa para mejorar su desempeño.

Por otro lado, resulta evidente que tiene un sello personal ante el micrófono y por ser adicto a sus propias emociones y posturas, la vehemencia y entusiasmo de su palabra suma a favor ante sus ojos. Esto lo reafirma, pero trasluce megalomanía y narcisismo que lo lleva a no escuchar a otros, y que es reflejo de miedos profundos, que con frecuencia esconde en las constantes bravuconerías que gusta iniciar. Estas agresiones toman su origen en las frustraciones que en diversos casos son consecuencia de la libertad de expresión que hasta esta fecha impera en el país.

Su gusto por la mitomanía lo acercó a Trump en su inicio, lo que no ha podido refrendar debido a la pérdida de la campaña presidencial de su entonces par estadounidense; pero es un buen instrumento del que se sirve, en especial contra “adversarios” perennes como  Fernández de Cevallos, Carlos Salinas de Gortari, Felipe Calderón, Claudio X. Gonzalez y otros, que una y otra vez sube al ring para iniciar un round de sombra o de calentamiento.

Su solución para contratar a sus segundas manos, bajo el parámetro de 90% de honestidad y 10% de experiencia, habla de quien gusta ser escuchado y obedecido con admiración y agradecimiento. Gente que recibe de su gigante un cargo que nunca soñaron (“a mi me nombró el Presidente cónsul en Estambul”, con un asombro desconcertante que le adelgaza la saliva), con mínima preparación para desempeñarlo, tercera edad que raya en la cuarta, orejitas que todavía huelen a leche materna, etcétera, acompañado de sueldo y prestaciones inimaginables, lo que los convierte en parásitos defensores a capa y espada de su “Señor” y de su cargo, temerosos en todo momento de perderlo.

 Lo anterior tiene su precio. La imposibilidad de recibir asesoría meritoria y honrada de parte de quienes tienen el intelecto y habilidades para valerse por sí mismos, personas que no lo necesitan e inclusive no simpatizan con sus ideas y soluciones. El resultado es que sus ideas, conceptos, intuiciones y en general pensamientos y soluciones no son revisados y menos criticados por expertos, por lo que los adopta sin conocimientos de causa/efecto y en ocasiones improvisando. El método conduce al ineludible fracaso. Durante su presidencia, los investigadores, académicos y en general gente culta y preparada, han sido catalogados como prescindibles y tratados como parásitos sociales.

He aquí pues, un breve intento de entender y descifrar en pocas letras a nuestro Presidente.