LA APATÍA DEMOCRÁTICA DE LOS EDUCADOS

Una cosa es la apatía en general, lo que se entiende como indiferencia, desgana y abulia, a la que no me referiré en esta Hormiga y otra es la “apatía democrática”, entendida como la no participación en las manifestaciones comunitarias, ni en la elección de líderes políticos.

La apatía democrática del ignorante, cuyo único deseo es emigrar al norte para ganar dólares y remitirlos a los suyos, huyendo de las bandas criminales que reinan en su pueblo o colonia, es ciertamente comprensible; pero la apatía democrática del educado, que por lo general reside en una ciudad, es lamentable, patética e incomprensible. Se trata de quien disfruta de caminos, calles, restaurants, centros nocturnos, electricidad, parques, agua potable, transportación, etcétera, satisfactores que como ciudadano recibe por el simple hecho de vivir en comunidad. Cierto que paga impuestos, pero eso no basta. Tiene el deber cívico de participar en manifestaciones públicas de su elección y votar en los procesos electorales locales y federales. No hacerlo, es incumplir con la ética de recibir sin corresponder, sin dar a cambio. No hacerlo es un hurto a la comunidad. La integridad y hasta la moral son aspectos adicionales a ser considerados, lo que escapa los límites de este editorial.

 

El apático educado tiene todas o algunas de las siguientes características: educación universitaria o al menos de preparatoria; algunos han obtenido maestría en el país o en el extranjero; los que viven en la CDMX radican en Santa Fe, Polanco, Condesa, Nueva Santa María, Roma, Nuevo Polanco, Cuajimalpa, etcétera. En Monterrey, Guadalajara u otras ciudades, radican en zonas clase medieras de características similares. Trabajan para una gran empresa; practican algún deporte de moda; gustan de vestirse a la moda, estar al tanto de las películas y series populares entre sus amistades, cambiar carro con frecuencia, comprar en centros comerciales “top”, consumir en bares y restaurants de buen nivel y sorber café Starbucks o Punta del Cielo; invierten tiempo en planear sus vacaciones; pertenecen a algún club deportivo; ríen y hablan fuerte; presumen celular y apps; intentan esconder los beneficios que reciben por ser hijos de papás y mamás que los apoyan; prefieren perros en vez de hijos y conocen “antros” populares y caros en el Caribe y Valle de Bravo. Pero la conversación sobre política les parece de viejitos y de mal gusto.

Al apático educado no le faltan conocimientos sobre los orígenes de la democracia, como tampoco donde existe y donde no. Lo que desea es que los logros comunitarios que le benefician, los obtengan otros. No quiere invertir tiempo en información, lecturas o conversaciones de provecho para su comunidad y país. Desconfía de las instituciones, en especial de los partidos políticos y los políticos, por lo que establece una barrera de lo que considera es sana distancia, frente a quien está convencido es corrupto y bien puede vender a su madre y a su pareja, con tal de avanzar.

Ante la posibilidad de participar en una manifestación o marcha ciudadana, como la que se llevará a cabo el próximo domingo 13 de noviembre, prefiere abstenerse, ya que hacerlo perturba su autonomía personal e inclusive a su ego.

El apático educado no se preocupa por los problemas que actualmente tiene el país. Cuenta con un plan B. Tiene doble nacionalidad, está casado con extranjero(a), lo que le da el derecho de radicar en el país de su cónyuge, tiene patrimonio fuera del país y apoyo familiar, trabaja en una empresa transnacional que lo transfiere sin dificultad, etcétera.

Lo que el apático educado no se imagina es que después de un año fuera, soñará con regresar a México, porque ahí donde radica, no tiene amigos de la escuela donde estudió y pocos o ningún familiar. El clima es horrendo. La comida casera le toca prepararla con su pareja, que no siempre jala “parejo”. Debe lavar los platos, barrer, sacudir y si tienen jardín, cortar el pasto o los vecinos los demandan. El costo de los seguros de gastos médicos, accidentes caseros, posibles daños por los productos y servicios que preste, etcétera, es exorbitante; además de que debe pagarle a un contador, para asegurarse de cubrir bien sus impuestos, de lo contrario arriesga cárcel.

¿Qué por ciento del voto representan los apáticos democráticos educados? Difícil de determinar, pero pueden ser los que el gobierno en el poder requiere, para instaurar en el próximo sexenio la patética “Cuarta Transformación”. Apáticos democráticos, por favor ¡despierten! ¡participen! ¡Es la única ruta para intentar resolver los graves problemas que azotan a su ciudad y país!

Ignacio Gómez-PalacioComentario