PODER PRESIDENCIAL. URGE PONERLE LÍMITES EN MÉXICO Y LATINOAMÉRICA

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Pregunta: ¿Por qué Latinoamérica está inmersa en los abusos y errores de quienes sobretodo recientemente, han venido ocupando el cargo de Presidente Constitucional en cada uno de los países que la integran? ¿Estamos y continuaremos a lo que disponga una sola persona con inmensos e incontrolados poderes? ¿Existe solución?

El primer país en inventar y adoptar un régimen presidencialista que otorga vastos poderes al Jefe del Poder Ejecutivo, fue y continúa siendo EUA. ¿Por qué los copiamos, igual que lo ha hecho el resto de Latinoamérica?

Los copiamos porque a finales del Siglo XVIII y principios del XIX eran los héroes del Continente Americano. Ellos se habían sacudido el yugo británico y nosotros deseábamos independizarnos de España. Su Constitución fue adoptada por las famosas 13 colonias en 1787, casi 40 años antes de que nosotros lográramos nuestra independencia y nuestra primera Constitución en 1824. Queríamos ser como ellos. Les empezaba a ir bien.

El haberlos copiado fue un error que con el tiempo se ha magnificado. ¿Por qué? Porque somos diferentes.

México es un país multicultural integrado por cientos de etnias originarias con variadas tradiciones y costumbres. Hablamos otros idiomas, tenemos diversas religiones, distinto color de piel y hasta hace poco un alto número de analfabetas que se ha reducido, pero aun está presente de facto. Ellos pueden ser considerados otra Europa. El concepto de “progreso” de la cultura occidental predomina en EUA, a pesar de también tener diversos orígenes étnicos. Nosotros tenemos un concepto de “progreso” diferente.

En términos generales puede afirmarse que para el estadounidense “progreso” significa obtener seguridad patrimonial, educación occidental de calidad, acceso a centros de salud, tiempo de esparcimiento y viajes, sin darle relevancia a la familia una vez que salen del nido para tomar la vida en sus manos. Para nosotros “progreso” implica que la seguridad patrimonial está ligada a la familia, que lo mismo puede demandar apoyo que ser donde se acude para obtener recursos; las fiestas y celebraciones son de importancia toral y la familia como un conjunto absorbe el costo; la educación no es preocupación relevante, la salud tiene muchas maneras de solucionarse a bajo costo y también con aportación familiar. Repito, que lo mencionado es la generalidad.

No es el propósito de este breve editorial explorar el mejor sistema para nuestro país y Latinoamérica, pero sí lo es para instar a que adoptemos una solución adecuada para nosotros, alejada de la importación de ideas y sistemas que nos están llevando al abuso y el fracaso. Debemos intentar evadir quedar como conejitos lampareados a las resultas de quien llegó con inmenso poder a mal administrar, mentir, gastar el dinero de nuestros impuestos y adoptar maneras que alejan a nuestro país del entorno mundial, al que nos estamos integrando con importantes costos de aprendizaje.

El sistema presidencial establece en el Poder Ejecutivo una figura fuerte durante cierto número de años, que sólo puede ser removido por causas graves.

Una explicación sencilla sería la siguiente: en los sistemas parlamentarios y semi-presidenciales existe el “voto de censura”, que es una especie de espada de Damocles que detenta el Parlamento (Poder Legislativo), que permanentemente vigila la actuación del Primer Ministro, lo que le permite remover en cualquier momento a éste, ya que su función no está sujeta a un término fijo. Esta persona a quien se le nombra Primer Ministro, Jefe de Estado u otras denominaciones, tiene a su vez la facultad de disolver el Parlamento y convocar a nuevas elecciones. El Parlamento y el Primer Ministro son dos fuerzas que conviven en constante debate público.

Es como imaginar que las mañaneras diarias de AMLO se hicieran en un recinto oficial unificado de las cámaras de diputados y senadores, con derecho a intervenir para aplaudirlo o abuchearlo, bajo el ojo de los medios con derecho a reportar sin participar. AMLO defendería y debatiría sus decisiones de cara a la oposición, que detenta la facultad de iniciar el proceso para la adopción de un “voto de censura”. Sería muy diferente a las “explicaciones” tardas y morosas de un guía espiritual, frente a medios controlados. Surgiría entre nosotros lo que tanta falta nos ha hecho: el debate. Ese toma y daca que para afrontarlo requiere estudio y meditación y que lleva al encuentro público de la razón.

Son muchas las preguntas sin contestar, que toman su origen en nuestro sistema presidencial: ¿Cómo es posible que exista un inmenso territorio ocupado por un “ejercito zapatista”. ¿Cómo es posible que se tomen decisiones que implican enormes pérdidas presupuestales y ecocidio al medio ambiente? ¿Cómo es posible que a diario se bloquen las vías generales de comunicación? ¿Cómo es posible que tengamos inseguridad galopante y una economía informal mayoritaria? Etc, etc.

Requerimos salirnos del sistema presidencial estricto y buscar ¡nuestra propia solución!